La etapa de la adolescencia es una de las más determinantes a la hora de formar la personalidad adulta. Todo aquello que nos ocurra en dicha etapa se queda impregnado en nuestra memoria para siempre. Si hemos tenido buenas relaciones sociales, si nos hemos llevado bien con padres o hermanos y también cómo ha sido nuestro desempeño en los estudios o en el trabajo, van a ser decisivos en nuestro yo del futuro.
La adolescencia según la Organización Mundial de la Salud (OMS), transcurre entre los 10 y los 19 años. Aunque en la práctica, podríamos considerar a un adolescente a partir de los 15 años aproximadamente hasta los 19-20 años. Los años previos podrían denominarse preadolescencia o adolescencia temprana.
La personalidad del adolescente suele sufrir cambios bruscos que pueden desconcertar a los adultos que le rodean. En esa etapa, se suceden cambios corporales importantes y también un interés y despertar hacia otros intereses que dejan atrás la infancia. Es realmente importante para un adolescente encontrar un grupo de amigos o amigas, a los que se les suele denominar en psicología grupo de iguales, con los que se van a sentir arropados e incluidos en la sociedad. A partir de ese momento, puede ocurrir que el adolescente confíe más en el criterio de ese grupo de iguales que en el de los adultos que le rodean. Esto es bastante usual y forma parte de esta etapa evolutiva.
Algunos padres notan como sus hijos ya no desean pasar tanto tiempo con ellos o ya no son tan cariñosos como cuando eran más pequeños. Esto también es normal. Como adultos debemos comprender por la etapa que estos chicos y chicas están pasando. Suelen sentirse dentro de su propia burbuja y creen que los adultos no pueden comprenderlos completamente. Además, en este ciclo vital, los adolescentes suelen sufrir el primer desamor, los primeros conflictos con amigos, y sus “primeros dramas importantes”.
Si tienes a tu alrededor algún adolescente y te sientes un poco perdido ante los cambios que empiezan a suceder, te dejo algunos consejos para lidiar con ello.
Escucha activa. Debemos escuchar a los adolescentes, aunque sintamos que sus problemas no son tan importantes, porque para ellos sí lo son. Escucharlos y hacer que sientan que estamos ahí es muy importante para ellos.
Poner límites. Tanto con niños más pequeños como con adolescentes siempre abogo por ejercer la teoría del 50 por ciento. Esto sería, 50 por ciento amor y cariño más 50 por cierto límites y respeto. Ejercer la tarea de educadores tanto de padres, tíos e incluso profesores es algo complejo, pero casi nunca falla si eres alguien afectuoso y amable a la vez que impartes ciertas normas y valores que les van a guiar por un camino adecuado en la vida. Ten en cuenta, que habrá ocasiones que rompan alguna norma y alguna vez desobedecerán, pero esto también forma parte de esta etapa. Como adultos debemos estar presentes para valorar las consecuencias de sus actos y relativizar según las circunstancias.
Tolerancia. Cuando tenemos adolescentes cerca, nos damos cuenta del salto generacional que existe en muchas ocasiones. A veces no entendemos su forma de vestir, de hablar o de interactuar con otros. Desde luego que en esta etapa los adultos podemos aprovechar para formarnos en la tolerancia y no exigir que se conviertan en aquello que no son. Dentro de unas normas y reglas lógicas y de sentido común, debemos dejarlos explorar y ser ellos mismos. Forzar a alguien a ser quien no es, con gran probabilidad, desencadenará problemas en esa persona para siempre.
La mayoría de las veces, es complicado interactuar con niños y aún más con adolescentes, ya que estos se encuentran en esa línea difusa entre la adultez que los hace sentirse con más fuerza y rebeldía. Como cualquier etapa vital, esta etapa también pasa y todo suele volver a su lugar. No debemos agobiarnos demasiado ante los cambios que podamos observar. Los adolescentes suelen dejar de ser esos niños pequeños que hacen caso en casi todo a convertirse en unos casi adultos respondones y con mucha personalidad. Pero así debe ser durante un tiempo. Lo más sensato es afrontar esta etapa con calma y serenidad, con una perspectiva amplia y tratando a estos chicos y chicas con mucho respeto, amor y estando muy presentes. Establecer límites y líneas rojas también es necesario, ya que cuando formamos nuestra personalidad necesitamos una guía que nos muestre un camino por donde transitar. No debemos dejar que nos falten el respeto, ni una sola vez. Debemos pedirles el mismo respeto y consideración que tenemos con ellos y no pasa nada por decir a veces no. Educar en valores y respeto es una apuesta segura para que el adolescente sea un adulto amable y sepa desenvolverse en un entorno social el día de mañana. Además se convertirá en alguien con alta tolerancia a la frustración si no consigue todo lo que quiere por capricho.
Educar es un trabajo difícil y a veces puede resultar agotador. Pero dentro de un ejercicio de responsabilidad debemos ejercerlo lo mejor posible. Amar sin sobreproteger o mimar en exceso o poner límites sin ser excesivamente autoritarios es una tarea compleja de equilibrio en la que a veces nos podremos equivocar. También hay que ser benevolente con uno mismo y aprender de los errores como educadores, sin castigarnos demasiado, ya que es algo novedoso para el adulto también.
La adolescencia es sólo una etapa, si aplicamos el sentido común podremos disfrutar a futuro de adultos equilibrados y seguros.
“Todas las personas mayores fueron al principio niños, aunque pocas de ellas lo recuerdan”
El principito de Antoine de Saint-Exupéry (1900-1944)
Deja una respuesta