—¡Cámbiate, tu turno ha terminado!
Con el pequeño tesoro en su bolsillo y una fiambrera en una bolsa, salió del bar.
—Te espero a las ocho.
—Aquí estaré.
—¿Qué tienes tú que ver con esa chica? –me preguntó Regina.
En vez de contestar, saqué el móvil del bolsillo de la camisa y abrí mi correo.
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