No siempre es fácil detectar si nuestro hijo tiene un problema. A veces lo vemos taciturno, triste, irritable o raro, notamos que le pasa algo pero no sabemos qué. Los chicos son de poco hablar y los padres de mucho preguntar, cómo hacer para que cuenten sus cosas, sin necesidad de sacarles las palabras a la fuerza. El niño o el adolescente se repliega y no hay manera de que nos cuente qué le pasa. Los padres nos frustramos, insistimos, lo intentamos a buenas o a malas, y al final no conseguimos nada.
Con nuestro estilo de vida donde tanto el padre como la madre posiblemente estén trabajando, después de las horas de colegio, al final, pasamos con ellos sólo unas cuatro o cinco horas diarias y por desgracia parte de ese tiempo lo dedicamos a dar órdenes como “haz los deberes” o “recoge tu habitación”. En nuestro afán por saber qué tal le fue en la escuela, si se portó bien en clase o si tiene una buena relación con los demás niños, tendemos a interrogarle. Le arrinconamos y agobiamos y al final conseguimos poco. Y es que, si quieres que tu hijo te cuente las cosas, lo último que debes hacer es interrogarle.
Así muchas de las veces que preguntamos “qué tal te ha ido”, obtenemos un simple “bien” o cuando tratamos de concretar lo que han hecho ese día nos responden un “nada”. Lo primero es no preguntar en genérico. Si yo preguntase hoy al mismísimo presidente del Gobierno algo tan abierto como “¿Qué tal va Cataluña?”, contestaría con una respuesta tan abierta como la pregunta “va bien”. No concretar la pregunta dificulta la respuesta, y a los niños aún más, porque igual que para los adultos nuestro día de trabajo se parece mucho cada día y cada hora, para los chicos la hora de “mates” tiene muy poco que ver con la de “lengua”, de modo que un “¿Qué tal el cole?” merece la respuesta que nos hemos ganado a pulso: “Bien”, sin más. Partamos de la base que comunicarnos con los niños no siempre es fácil, principalmente por dos razones:
- Les resulta complicado expresar una idea de principio a fin.
- Necesitan más tiempo para explicarnos algo.
El interrogatorio no es la fórmula para saber cómo le fue al niño en el colegio, en casa de su amiguito o en el cumpleaños al que le han invitado. Pero, ¿cómo llegar hasta ellos?
Los padres, no tenemos en muchos casos la paciencia necesaria para escuchar el discurso de nuestros hijos de principio a fin, aplicando paciencia cuando titubean, tartamudean o no explican de forma clara las cosas. Debemos entender que hay niños que no paran de hablar y lo cuentan todo, pero hay otros niños que son algo reservados o tímidos y no cuentan más que cuando se les pregunta. Si esto es así, es mejor que no le demos demasiada importancia, sin embargo sí debemos asegurarnos de que “cuando realmente necesite contar algo, sepa como hacerlo”.
Encuentra el momento adecuado: la salida del colegio no es el momento más adecuado para hablar con ellos. El lío de mochilas, niños, coches y padres saludando no propicia un clima adecuado para poder hablar con el niño.
Escúchale: presta toda tu atención al niño cuando le estés preguntando y evita esas situaciones en las que estás cocinando, conduciendo o haciendo la cama y ni siquiera puedes mirarle a los ojos. ¿A ti te gusta que no te presten atención total cuando estás explicando algo que te ha ocurrido?
Comparte experiencias: la conversación no ha de estar basada en la “pregunta y respuesta”. Puedes contarle cómo te fue tu día, qué dificultades en contraste, lo bueno y lo malo. En definitiva, crear una conversación a dos.
Y sobre todo interactúa con tu hijo/a, asiente, asómbrate, entristécete con él… Vive lo que te esté contando como si hubieras estado allí, evita las típicas y clásicas preguntas del tipo “¿has hecho todos los ejercicios en clase?”, “¿has estado charlando con tu compañera/o?, intentemos aplicar un poco de originalidad y diversión a las charlas con nuestros hijos y menos prácticas “policiales”.
Lo más importante es sentar las bases de la comunicación con los hijos, desde edades muy tempranas. “Todo lo que sea alimentar el diálogo entre padres e hijos ayuda. Escucharlos, prestarles atención, es demostrarle interés por lo que les sucede. Eso además va a ayudar a que en un futuro, también compartan lo que les pasa”
También es cierto que los padres son modelos a imitar. Si son los padres los que toman la iniciativa, y comienzan contando cómo les fue, sirve de modelo para que los hijos relaten de manera natural sus experiencias.
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