La última vez que contacté con el bisabuelo, le pedí permiso para conocer a Jésica.
—Permiso concedido. Lo harás con discreción. Aprovecha que viene a la capital.
—Esta noche hablaré con mamá.
—Mamá, te voy a contar un secreto, pero debe quedar entre los dos. ¿Te acuerdas de la niña secuestrada hace seis meses que la policía la encontró dentro de un zulo?
—¡Claro que me acuerdo!, salió en los telediarios y en todos los periódicos.
—Yo fui el que dio la pista a la policía para encontrarla. Desde entonces estoy chateando con ella por Internet y ahora su familia quiere conocerme. Vendrán a la capital este fin de semana y yo les he citado en el bar de Pedro. Me tienes que ayudar para que parezca un encuentro causal. El padre vendrá con escolta ya que es un industrial muy conocido.
—Buenos días Pedro, hola Elena— dijimos al entrar el sábado por la mañana. Después nos sentamos en la mesa de siempre.
Quince minutos después, apareció un matrimonio con dos niñas: una era Jésica, la reconocí enseguida. La otra debía ser su hermana Esperanza. Ahora venía la parte más difícil: ¿cómo nos presentaríamos sin levantar sospechas. Sin querer, Pedro allanó el camino.
—La casa invita a lo que beban, lo que coman es cuenta de ustedes –comentó Pedro.
—¿A qué se debe eso? –preguntó el industrial poco acostumbrado a las invitaciones.
—Es una costumbre de la casa invitar a los nuevos clientes –respondí desde mi mesa.
—Gracias Peto por echarme un cable.
Me acerqué a ellos y les saludé. Pronto confraternicé con todos—
—Me llamo Ignacio ….y …—dijo el padre de Jésica a papá.
—Yo soy Antonio y su nombre me suena de algo. Seguro que pronto me acordaré.
—A lo mejor es cliente vuestro –dije al azar.
—¡Eso es! Usted es uno de nuestros mejores clientes. ¿Qué hacen por la capital?.
—Venimos con las niñas para visitar museos.
Media hora después estábamos todos en casa. Jésica quería conocer el cuarto de las operaciones secretas. Aproveché la charla de nuestros padres para enseñárselo.
—Papá, Peto tiene en su cuarto un bloc con la mayoría de los casos resueltos por él.
—¿Está tu caso? –preguntó su padre.
—Está en la mitad del bloc. Desde entonces tiene una docena de casos más
—¿Qué caso resolvió mi hijo referente a su familia? Qué alguien me lo explique.
Con pocas palabras mamá explicó que e encuentro en el bar lo preparamos nosotros.
—Ahora nos llevaremos a Peto a visitar el museo de las ciencias. Mañana te traeré algún caso para que lo resuelvas.
Ignacio me llamó por la noche. Sus socios y él poseían una buena flota de arrastre. Últimamente las ganancias habían bajado considerablemente. Los albaranes cuadraban sin embargo las ganancias disminuían. Pedí toda la información y se la pasé al bisabuelo. A media noche ya tenía resuelto el caso. Por la mañana hablé con Ignacio.
—Caso resuelto. Cuatro marineros y el encargado de la báscula son los ladrones. Sustraen entre cien y doscientos kilos diarios que venden al exportador de la chabola de al lado.
—¿Tú qué harías? –me preguntó.
—Contrataría a un buen detective para que colocara varias cámaras de video en la lonja. Con las grabaciones podéis ir a la comisaría o hablar con ellos para que se despidan voluntariamente.
—Gracias, ya te debo dos. ¿Puedo hacer algo por ti?
Me cogió “in albis”, no supe responder en ese momento.
Jésica me susurró algo al oído.
—¡Ya sé lo que quiero! –exclamé —. Cada vez que venga a la capital traiga a su familia.
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