En el contexto económico actual, caracterizado por un entorno inflacionario y la constante evolución de los mercados financieros, mantener el dinero almacenado en forma física “por ejemplo, bajo el colchón” se revela como una estrategia ineficiente y desfasada. Esta práctica, heredada de tradiciones antiguas, no solo implica la pérdida de poder adquisitivo del capital, sino que también supone una oportunidad perdida para generar rendimientos a través de la inversión.
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