La palabra duelo proviene etimológicamente del latín dolor. Se refiere al sentimiento de aflicción, dolor o pena, normalmente tras la pérdida de un ser querido.
Normalmente, nos referimos al duelo como una etapa a la que nos enfrentamos ante lo que consideramos una enorme pérdida emocional. Es por ello, que el duelo presenta diferentes matices dependiendo de la persona que lo padece y de las circunstancias que lo rodean.
La emoción más notable y presente durante el proceso de duelo es la tristeza, sentida de forma intensa y profunda.
El duelo se presenta tras padecer una gran pérdida, ya sea el fallecimiento de un ser querido, o la pérdida de una relación con un fuerte vínculo emocional, como cuando una pareja o una querida amistad se rompen.
También, puede ocurrir cuando se pierde algo que es considerado muy valioso para la persona que lo pierde, como un empleo o un estatus o una posición económica y social elevadas. Incluso, también si se pierde una capacidad física, como cuando alguien sufre la pérdida de una extremidad o la capacidad de caminar, por ejemplo.
Por lo tanto, ante una pérdida emocional elevada aparece el duelo, cuyo proceso puede ser más o menos duradero tanto en cantidad como en intensidad, dependiendo de la gestión que se haga de este proceso.
Normalmente, se suele hablar de algunas fases dentro del proceso de duelo. Éstas serían:
- Negación: no asumir el hecho que ha sucedido, por lo que nos negamos a aceptar tal situación.
- Ira: nos enfadamos y nos sentimos injustamente tratados. ¿Por qué tiene que ocurrirme esto a mí? En esta fase, dentro del enfado y la frustración, se busca culpabilizar a algo o a alguien de lo que ha ocurrido.
- Negociación: sería un mecanismo de defensa que nos activa y así, buscaríamos de alguna manera solucionar o encontrar alguna alternativa para hacer frente a la situación. Sería, por ejemplo, cuando ante la noticia de una enfermedad terminal, se busca una segunda o tercera opinión médica o qué medicinas alternativas podrían ayudar a la persona enferma.
- Depresión: se trata del momento en el que sentimos más profundamente la tristeza. Es cuando esa emoción nos acapara y nos sentimos dentro de un pozo profundo.
- Aceptación: en esta fase del duelo, la persona empieza a trabajar para poner de nuevo su vida en orden, es decir, intentaría reconducir su vida, de la manera “más parecida” a antes de que ocurriese el suceso que ha provocado el duelo.
Como vemos, el duelo, es un proceso adaptativo, necesario para poder afrontar todas aquellas situaciones más difíciles de gestionar en nuestras vidas. Puede que no todo el mundo tenga que pasar por las fases anteriores ya que cada persona gestiona de forma muy diferente lo que sucede en sus vidas.
En el proceso de duelo la persona va aprendiendo y se va adaptando a la nueva situación de forma paulatina. No hay una fecha exacta, porque eso va a depender de cada persona y de cada situación, pero sí se debe conseguir poco a poco acceder a ese nuevo estado de aceptación a la nueva realidad. Hay situaciones que nos desbordan y que no podemos controlar. Es por ello, que aceptar lo que nos está ocurriendo y aprender a vivir de una nueva manera, con nuestras nuevas circunstancias, volverá a equilibrar nuestra vida.
Cuando la persona no es capaz de afrontar el proceso de duelo de forma adaptativa y se estanca en alguna de sus fases, puede darse lo que se denomina en psicología, el “duelo patológico”. En el duelo patológico, la persona intensifica las emociones de tristeza, ansiedad, angustia, etc. de forma permanente en el tiempo. Es decir, dentro de este tipo de duelo, la persona que lo sufre se encuentra dentro de un bucle negativo de emociones que generaría conductas desadaptativas, como las siguientes: (Horowitz, Wilner, Marmar y Krupnick, 1980)
- Anclaje en los recuerdos y planteamiento de preguntas sin respuesta
- Sentimientos de culpa
- Emociones negativas de ira o de odio
- Abandono del cuidado personal
- Aislamiento social
- Consumo excesivo de alcohol o drogas
- Abuso de medicinas
En los peores momentos de nuestras vidas, cuando estamos dentro de un proceso de duelo, nos sentimos tan mal, tanto emocional, como psicológica y físicamente, que no solemos pedir ayuda, porque puede que ni tengamos fuerzas para ello. Pero dentro de ese sentimiento de desesperanza, si sientes que ya debes salir de ese laberinto de tristeza y dolor y por ti mismo no puedes, recurre a un terapeuta que te acompañe y te guíe con las herramientas necesarias para poder equilibrar las emociones. Personalmente, pienso que este camino que hacemos al que llamamos vida parece largo, pero no lo es, y todo aquello que vivimos nos sirve para aprender ciertas lecciones, aunque a veces no seamos conscientes de ello. La forma de aprender bien esas lecciones de vida es estar despiertos. Dormidos, nos vamos a perder todo aquello malo que nos rodea, pero también nos vamos a perder todo lo bello, desde un bonito amanecer a un beso de alguien que nos ama.
Si no hubieras sufrido como has sufrido, no tendrías profundidad como ser humano, ni humildad ni compasión. El sufrimiento abre el caparazón del ego, pero llega un momento en que ya ha cumplido su propósito. El sufrimiento es necesario hasta que te das cuenta de que es innecesario Eckhart Tolle.
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