Cuando una familia solicita nuestra ayuda como profesionales para sus hijos, en nuestro centro solemos proceder con una primera entrevista con la familia y posteriormente se realiza una evaluación muy personalizada. En esa valoración que hacemos para saber de donde partir, encontramos que la autonomía del pequeño es muy importante.
Tanto si es pequeño como si se trata de un niño más mayor, las capacidades que nos muestra el pequeño y que por supuesto evaluamos muy acorde con su edad se ven reflejadas de tal forma que podemos saber si tiene unas habilidades adecuadas o esperables para su edad o si por el contrario, muestra algún retraso en algún área tal como motricidad, alimentación, lenguaje, etc.
La autonomía en el pequeño es muy importante. Muchas veces los padres nos comentan que ellos le abrochan los zapatos porque el niño no sabe y así es más rápido, se pierde menos tiempo y de esta forma ellos lo hacen bien y rápido. Pero esa no es la cuestión. Para que un niño aprenda debe intentarlo, y lo hará mal muchas veces, no solo las primeras, ni las segundas, quizás tarde semanas o meses en aprender alguna habilidad. Hablamos de bañarse solito, hacerse una coleta, vestirse, quitar la mesa, recoger sus juguetes, etc.
Cada edad permite que el niño adquiera nuevas capacidades, por supuesto que no vamos a dejar a un niño de 3 años que el sólo se vista, pero quizás podemos ayudarle a que se coloque la chaqueta y dejarlo que el se desvista. Sería el comienzo en el que poco a poco él iría ganando protagonismo y haciendo las cosas por sí mismo, solito, con supervisión y ayuda si es necesario, pero de forma autónoma y alabando sus esfuerzos.
Jamás le diremos que lo hace mal, que nosotros o sus hermanos lo hacen mejor o más rápido. Elogiaremos cada vez que lo haga y le diremos lo bien que lo hace, cada vez mejor, con motivaciones afectuosas, no con chantajes ni regalos por hacerlo bien. Se trata de crear una situación en la que el premio sea ganar autonomía, que él sepa hacer las cosas por sí mismo teniendo una satisfacción interna y deseo de avanzar en el aprendizaje. Todo está muy relacionado ya que un niño con inmadurez en su autonomía suele tener problemas en el lenguaje, en la capacidad de adaptarse al medio o de relacionarse con los demás entre otros.
Nosotros, los padres, la familia, los profesores y los adultos en general que intervienen en el desarrollo del niño como persona, tenemos la tarea de enseñarles a ser autónomos con un apoyo y seguimiento en el que cada vez nuestra figura es más externa y el verdadero protagonista de sus propios logros es el pequeño o pequeña.
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