Continuamente veía en televisión los reportajes de la policía actuando en puertos y aeropuertos. Su principal misión consistía en impedir la entrada de droga en nuestro país. Junto a la policía, actuaba un grupo de perros adiestrados para detectar drogs y explosivos. Husmeaban las maletas de los pasajeros y cuando en alguna detectaban algo, se paraban y ladraban. La maleta sospechosa se retiraba de las demás para averiguar su contenido, rara vez se equivocaban. Los contrabandistas cambiaban constantemente de métodos. Los puertos de mar fueron su siguiente objetivo. Los coches y camiones con un compartimiento secreto, eran los lugares para guardar la droga. Cuando eran descubiertos cambiaban el sistema. Desde Sudamérica mandaban cocaína en el interior de plátanos de plástico camuflados con los verdaderos o en el interior de troncos de árboles traídos del Amazona. Su ingenio no tenía límites. Hasta ponían señuelos a la policía, mientras incautaban diez kilos de droga (señuelo), por otro lugar introducían mil.
El mundo del perro policía me fascinaba, ¿por qué no podía tener uno? Hablaría con mamá, pero de antemano ya sabía la respuesta: ¡no! Y mil veces ¿no!. Deseché la idea, se lo pediría al bisabuelo.
A media noche conecté con mi pariente.
—Claro que puedes tener un perro, pero sólo estará contigo de día, por la noche regresará con su dueño.. La primera semana será de prueba y se evaluará si congeniáis. Si el dictamen es favorable podrás tene el perro las veinticuatro horas del día.
—¿Qué perro me recomiendas?
—El mejor de todos es un perro alemán que pertenece al espíritu de Otón. Era el abuelo de Rex, el famoso perro televisivo que ayudaba a la policía alemana a resolver casos.
—¡Sé quién es! Era un admirador suyo.
De pronto unas carcajadas resonaron en mi mente.
Ja, ja, ja.
—¿ De qué te ríes?
—Acabo de hacer un chiste gracioso. Si cambio la última letra de Rex por una “s”, suena igual, “Res”. Si juntamos vuestros nombres queda Respeto. ¡Me gusta! –otra vez comenzaron las carcajadas. ¡Qué gracioso soy! ¡A mi edad haciendo chistes!
—¡Qué viene Respeto! ¡Qué viene Respeto!, decía sin parar riéndose de sus propias palabras.
—¿Cuando puedo contar con él?
—Antes tengo que pedírselo a su dueño.. No creo que ponga ninguna pega. Por el día contigo y por la noche con él, no está mal. Pronto os encariñaréis el uno con el otro.
—¿Qué pasa si lo hiciera?
—Que a lo mejor querría quedarse contigo todo el tiempo, aunque fuera de noche.
—¿Si no lo puedo ver, cómo sabré que está conmigo?
—Suele dar empujoncitos y desatar los cordones de los zapatos. También sabe leer el pensamiento. ¡Cuidado con lo que piensas cuando estés con él!
Una hora después, al cambiar de postura en la cama, noté la cara mojada. ¡Me había dado un lametazo de los grandes!
—¡Aquí lo tienes! No dirás que no es cariñoso.
* * *
Eso de tener un perro que no come, ni hay que sacarle a hacer sus necesidades, era una ganaga, algo inimaginable para una persona normal; pero mi perro y yo no somos normales. Él inmaterial, puro espíritu, dócil y servicial para los amigos. Yo, sustancial, visible, con la cualidad de entenderme con mi bisabuelo y con mi perro. Lo más asombroso sucedía cuando paseábamos por la calle. Ningún perro se acercaba, huían y algunos hasta ladraban metiendo el rabo entre las patas. Sin verle le temían. De los gatos mejor no hablar,; gato que encontrábamos, gato que se subía al carbol más cercano con los pelos erizados cargados de electricidad y el lomo levantado, sin atreverse a maullar o bufar.
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