
El Palau de les Arts de Valencia vibró la noche del 8 de noviembre con la llegada de “Pitingo y Punto”, la nueva gira del artista onubense que está conquistando escenarios de toda España. Con un lleno absoluto y un público entregado desde el primer acorde, Pitingo ofreció mucho más que un concierto: un encuentro de almas, una celebración del mestizaje sonoro y una declaración de libertad artística.
Desde que se escucharon los primeros compases de “Martinete”, el ambiente se cargó de ese duende que solo él sabe convocar. Sin artificios ni concesiones, Pitingo volvió a demostrar que lo suyo es el directo, el arte, la emoción que no admite repetición. “Estoy emocionado, esto no se repite —dijo entre sonrisas—, lo que pasa aquí solo ocurre una vez”, una frase que se convirtió en lema de la noche.

Acompañado unos músicos de primer nivel —guitarras, percusión flamenca, bajo, teclados y un coro gospel—, el artista tejió un repertorio que viajó sin fronteras: del cante jondo al soul, del bolero al pop universal. La primera parte, con “Compromiso” y “Gospelarías”, confirmó esa unión que solo él domina: hacer que el flamenco y el soul conversen en un lugar único.
El “Solo de músicos” permitió saborear el virtuosismo instrumental de una banda que sostiene el espectáculo con elegancia y precisión. Luego llegó la magia del mestizaje: “Stand by Me” y “I Just Called (to Say I Love You)”, dos himnos del soul reinterpretados con cadencia flamenca y alma compás, logrando un equilibrio perfecto entre respeto y reinvención, donde el teatro se rindió por completo.
El bloque central alcanzó su punto más alto con “Soulman” y el “Solo de Gospel”, en el que el coro transformó el Palau de les Arts donde las palmas se mezclaban con los “hallelujahs” en un clímax de energía y comunión colectiva.

Pero el momento más íntimo llegó con “Cucurrucucú Paloma”, interpretada junto a Jesuli, una joya que arrancó ovaciones, algún que otro suspiro y miradas emocionadas entre el público.
En la recta final, el artista desató la fiesta: “A Puro Dolor”, “Rescue Me”, “Lucha por su dinero”, y una contagiosa mezcla de “Guantanamera–Kímbara” que convirtió el teatro en una fiesta. El cierre fue apoteósico con “I Will Survive” y “Killing Me Softly”, coreadas a una sola voz por un auditorio completamente en pie.

Más allá de la música, “Pitingo y Punto” es una experiencia que reivindica el valor del presente, de la emoción que no se repite. En tiempos de filtros y pantallas, Pitingo propone lo contrario: verdad, emoción, raíz, sentimiento. En Valencia lo logró con creces.
La ovación final fue larga, sincera, como si el público quisiera retener ese instante antes de que se esfumara. Porque, como bien dice el propio artista, “lo que ocurre, ocurre una sola vez”.
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