A Baeza y a la que fuese el aula de Antonio Machado, con motivo de mi visita con mis alumnos de Literatura.
Baeza que sollozas en la helada
de los días crudos del mes de Febrero,
has dejado como oro en paño en mi alma
las imágenes más bellas de un recuerdo.
Aún si cierro ahora los ojos, si se callan
mi poesía y mi mente al mismo tiempo,
veo un estrado, veo una mesa; una pizarra.
Veo la muerte, veo la vida y también veo…
Un sombrero ahora invisible que esperaba
el regreso prematuro del maestro
a la gloria del saber y de las aulas,
en un puro y machadiano loco sueño.
Se oyen tímidos y leves los susurros
de las voces que habitaron hace tiempo
aquel precioso gran enclave tras sus muros,
donde tanta vida y muerte se fundieron.
Allí fue donde un día Federico
conociera a Machado y a su templo
donde Granada y Sevilla se abrazaron
donde Jaén vio más rico su universo.
Baeza, lugar de sabiduría
donde un día me emanaran estos versos.
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