Angustiada,
con la mirada perdida y su rostro con matices de pálida niebla se asomó al balcón de la luna y acarició las estrellas.
Sintió detenerse el tiempo cuán si el mundo hubiera terminado
y en realidad así era, al menos para ella.
Bailó con la Señora
y sus ojos se camuflaron con el color de aquel vestido de pureza.
Si alguien hubiese entrado en su alcoba siquiera un minuto antes,
si alguien hubiese atropellado el pensamiento de bailar con la luna,
Alma no hubiera coreografiado su baile
ni hubiera abierto su balcón de soledad nocturna.
Una a una fue jugando con las minúsculas moléculas de aire,
con cada fotograma de ese instante,
con cada interminable pizca de agonía
axfisiandola, callándola, complaciéndola.
Los alaridos gitanos se oían desde la tierra;
desde donde el mundo es mundo ,
y desde donde aún se llora porque a llorar se ha ido.
Su negra melena acarició la superficie del aljibe,
y el universo de su cuerpo tornó del blanco al verde.
Solo se oían los gritos y el silencio; solo el llanto y la madrugada.
Aquello era el compás de un baile que le entregó a la luna un nombre más para su danza ,pero ese último instante en que se sintió suspendida,
en el que sintió acariciar las estrellas, bailar con la luna ,huir del mundo,
le sirvieron de escenario a sus deseos.
La luna se la llevó y la escondió hasta del mismo Dios que antaño adoraba.
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