Cuando conocemos a alguien nos hacemos un juicio sobre esa persona. En ese juicio influyen muchos factores, como su físico en primer lugar y luego si se da la oportunidad, nos fijamos en la comunicación no verbal de esa persona, sus gestos, su tono de voz, incluso su postura. Múltiples detalles hacen que nos formemos una imagen de cómo es esa persona y cómo es su comportamiento a nivel general.
Pero algo que es realmente cierto, es que lo que las personas tendemos a pensar de los demás, se forma a raíz de un rasgo llamativo de esa persona. Es decir, si esa persona es muy bella, solemos atribuirle muchas más cualidades positivas, como que seguramente será amable, simpática, bondadosa e incluso que su vida es una maravilla. Por el contrario, cuando alguien tiene algún rasgo físico considerado menos agradable, pensamos que esa persona posee más características negativas, y nos cuesta más acercarnos a esa persona.
¿Por qué ocurre esto? ¿Qué hace que las personas se dejen llevar por juicios sin fundamento o por la conocida “primera impresión”?
Fue Edward L. Thorndike, psicólogo norteamericano, quien habló por primera vez del término “Efecto Halo” en un artículo en 1920. En uno de sus estudios, pidió a unos comandantes militares que evaluasen a sus soldados y se dio cuenta de cómo a raíz de un rasgo en positivo que destacase, se elevaba la media de los rasgos de ese soldado en general, es decir, se aumentaba el juicio positivo hacia ese soldado. Mientras que, si un soldado poseía un rasgo considerado negativo, se aumentaba la concepción negativa hacia ese soldado también a nivel general.
Una investigación realizada en 1974 demostró que, en los juicios, a la hora de condenar a los acusados, el jurado solía mostrar más indulgencia con los individuos físicamente atractivos, aunque hubiesen cometido el mismo crimen que otros que no lo eran. A raíz de estas investigaciones, se ha llegado a la conclusión de que es cierto aquello de la importancia de la “primera impresión”.
Es por ello que para vender productos se suelen utilizar modelos o personas muy bellas físicamente, porque se considera que la belleza va unida a cualidades positivas, como amabilidad, bondad, incluso éxito y prosperidad. Y también puede ser esta la razón de que, en las películas o novelas, los buenos suelen ser guapos y atractivos y los villanos son feos o poco atractivos.
Los seres humanos solemos ser menos objetivos de lo que creemos. Nos dejamos llevar fácilmente por juicios superficiales y subjetivos que realmente no tienen nada que ver con la realidad en muchas ocasiones. Por todo esto, las personas físicamente agraciadas lo tienen algo más fácil a la hora de conseguir oportunidades de todo tipo, tanto laborales, como sociales (hacer amigos) o incluso académicas. También ocurre a la inversa, es decir, si eres amable, simpático y te comportas de forma afable vas a ser considerado mejor físicamente que si tu comportamiento es negativo o desagradable. Continuamente dependemos de las relaciones sociales para todo y estamos rodeados de las consecuencias del efecto halo sin que seamos realmente conscientes de ello.
Aunque sepamos que el físico o un rasgo concreto no define el total de una persona, no es fácil en el día a día desprendernos de este sesgo cognitivo. Nuestro cerebro necesita formarse una opinión rápida para poder establecer qué tipo de relación vamos a establecer con otros y este efecto halo nos “ayuda” a seleccionar la información que recibimos a través de los sentidos, aunque muchas veces esa información esté sesgada.
“Nunca ignores un presentimiento, pero nunca creas que es suficiente”
Robert Heller, periodista británico (1932 – 2012)
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