—Te han pasado una patata caliente y no hay quién la enfríe –insinuó Pablo en una jerga desconocida para mí cuando emprendí la carrera de detective—
Comprendí el mensaje y callé.
“Ya era hora que saliera un caso internacional. Me desplazaré personalmente a El Cairo para hacer las primeras pesquisas y llevaré conmigo un par de intérpretes. En Egipto, sólo utilizaré espíritus nativos. Durante estos años, hemos soportado mucha presión internacional. La ventana que abriste al pasado es única, y nos tienen envidia. La eternidad es muy larga y aburrida y un poco de acción, de vez en cuando se agradece.. Empezaremos por el día de la fecha de la placa..
—“¿Cuándo tendré noticias tuyas?”
—“Cada dos días intentaré ponerme en contacto contigo y te contaré como van las pesquisas. Muchas gracias Peto por seguir confiando en nosotros. Hasta el próximo marteeees”.
La voz se extinguió antes de lo normal, el bisabuelo tenía prisa. Debía convocar el consejo de ancianos para exponer el nuevo caso. Como diría Pablo, iba a mover ficha.
Los dos días siguientes dormí mal, esperaba impaciente noticias.
—“¿Me oyes Peto? –escuché, bien avanzada la noche del jueves—
—“Te oigo, pero está a punto de amanecer y estoy a punto de despertarme.”
—“Perdona, pero no me acostumbro al cambio de hora. Ya puedes memorizar lo que te cuento.. Empezamos a investigar desde que el comisario y su señora bajaron del barco. En Pot Said a dos horas en autobús hasta El Cairo. Media docena de espíritus policías siguieron sus pasos hasta el bazar. Yo me quedé con el embajador y los intérpretes charlando sobre ti. Cuando regresaron a informar, éramos diez. Se nos habían unido varios alcaldes y gobernadores antiguos de la ciudad para escuchar mis relatos. El último que llegó fue el espíritu de un faraón de no sé que dinastía preguntando por un báculo sagrado que había perdido en el valle de los muertos hace tres mil años y lo quería recuperar. Le informé que estaba en un museo europeo dentro de una vitrina al conocer su paradero desapareció sin más.”
—“Déjate de historias pasadas y cuenta el presente.” –recriminé por el rollo soltado.
—“Tus amigos, no sólo compraron la estatuilla de las pirámides. También se llevaron un pequeño reloj de arena, una tira de seis postales y dos velos de seda natural. El empleado de la tienda metió los objetos en cajitas y después en una bolsa de tela, sin percatarse que una de las cajitas iba vacía.. El dueño estaba grabando la placa de plata y, cuando se la entregó a su empleado ya era tarde. Don Ulpiano y su señora ya habían desaparecido. Entre tantos millones de personas de la ciudad hubiera sido como buscar una aguja en un pajar. Decidió llevar el objeto a la comisaría más cercana por si se presentaba alguna reclamación. El comisario cogió la figurita y la colocó encima de su mesa como pisapapeles.”
El abuelo paró la conversación.
—“¡Sigue, sigue!” –exclamé pensando en el final de la historia.
—“Eso es todo. Ahora intentaré averiguar dónde se encuentra la dichosa estatuilla. Hasta dentro de una semana no volveremos a contactar, perdona la tardanza. Adios Petoooooo.”
—¿Cómo van esas pesquisas? –preguntó Pablo el sábado por la mañana desde comisaría.
—Estoy siguiendo una buena pista. Mañana informaré en el bar de Pedro lo averiguado hasta ahora.
Cuando llegué al bar el domingo por la mañana, los tres esperaban impacientes mis declaraciones.
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