Es muy común sentirse mal consigo mismo por algo que nos acompleja. A veces, incluso, puede interferir de forma muy negativa en nuestro día a día y hacernos sentir muy mal. ¿Por qué ocurre esto? ¿Qué son los complejos? ¿Qué podemos hacer al respecto?
Los complejos son básicamente ideas o creencias que poseemos acerca de alguna “imperfección” real o ficticia. Puede ser sobre algún aspecto físico o algún aspecto de nuestra personalidad. Esos pensamientos suelen afectarnos a niveles profundos, haciéndonos un daño tanto personal como social.
Los complejos son muy frecuentes en la época de la adolescencia y siguen acompañando a las personas en mayor o menor medida, el resto de sus vidas. Actualmente, hay una sobreexposición de aquello qué debe ser, por ejemplo, qué debemos medir, cuánto debemos pesar y qué aspectos físicos debemos poseer para poder pasar el estándar de los que nos rodean. Es cierto, que en la sociedad en la que vivimos, la gente con un aspecto físico más agraciado tiene de entrada más facilidad para muchas cosas. Es así, negarlo sería absurdo y puede que por ello la mayoría de la gente se fije en aquello que cree que resulta poco agradable para mejorarlo a toda costa.
Los complejos afectan gravemente a la autoestima de quienes lo padecen. Las ideas que tenemos son muy, muy poderosas. Estas ideas que nos acomplejan tienen una parte emocional y otra parte intelectual. En la parte intelectual se encuentran esas ideas sobre mi persona que me hacen sentir mal, y en la parte emocional se encuentran las sensaciones y emociones que generan esas ideas negativas sobre mí. Además, solemos magnificar esas ideas, es decir, nosotros como grandes autocríticos, aumentamos esas “cosas” que nos gustaría cambiar o mejorar.
Intentamos disimular o tapar aquello que nos hace sentir mal, por ejemplo, a través del maquillaje (muchas personas intentan disimular aquellos aspectos de su rostro que no le agradan), de la ropa (elegimos ciertos colores o ciertos artículos de ropa para disimular ciertos complejos), del calzado (eligiendo calzado de tacón si nos sentimos bajitos o eligiendo calzado plano, si nos sentimos demasiado altos). Algunas personas optan por mostrar o exponer aquello que les hace sentir inseguras, ya que así creen ocultar su propia inseguridad y mostrar una mayor seguridad ante los demás.
A veces oímos o nosotros mismos pronunciamos afirmaciones como, “esa chica tiene complejo de superioridad”, o “ese chico tiene complejo de inferioridad”, haciendo referencia a una forma de relacionarse con los demás en los que se hace latente que esa persona se siente superior al resto o todo lo contrario en el otro caso.
¿Qué podemos hacer si nuestros complejos nos afectan demasiado? No existe una fórmula mágica para todo el mundo, ya que cada caso es muy particular y específico. Pero, en general, podríamos decir que debemos analizar, si merece la pena todo el tiempo y el malestar que esa idea, porque un complejo es realmente una idea, nos hace sentir. Cada persona debe valorar hasta qué punto compensa vivir cada día, cada minuto, cada momento con esa idea negativa de uno mismo en nuestra mochila imaginaria. A veces, con algo de esfuerzo y dedicación podemos mejorar aspectos de nosotros mismos, ya sean físicos o acerca de nuestra personalidad (como puede ser una extrema timidez, por ejemplo). Otras veces, la lucha es demasiado intensa y no compensa, ya que muchas de esas veces, la idea que nos acompleja sólo existe en nuestra cabeza y sólo la vemos nosotros mismos. Puede que, en esos casos, si el malestar interno es demasiado grande, buscar ayuda con un terapeuta puede ayudar.
El trabajo personal de intentar eliminar nuestros complejos empieza desde uno mismo. Aprender a querernos, valorarnos y aceptarnos tal como somos no es tarea fácil, pero si se consigue es realmente satisfactorio. En cada momento de la historia se establecen unos cánones de belleza físicos. En épocas en las que escaseaba el alimento estar rellenito te hacía visiblemente atractivo a los demás y en épocas en las que existe mayor abundancia, está de moda ser muy delgado. Ha habido épocas en las que había que tener la piel blanca y épocas en las que se debe estar moreno. Realmente es agotador seguir todas esas tendencias. Afortunadamente con los años y la experiencia vamos adquiriendo una seguridad y una filosofía de vida que nos ayuda a superar los complejos. Cuando se es joven, en la escala de prioridades se encuentra agradar a los demás ya que se busca la integración sobre todo con los iguales. Es por ello, que en la adolescencia florecen los complejos cual campo de florecillas silvestres.
Una buena inteligencia emocional te va a ayudar a discernir qué ideas deben permanecer en tu cabeza y cuáles debes dejar ir. Rodearte de gente que te aporte en positivo también es muy importante. Aquellos que te señalan y recuerdan aquello que te hace sentir mal no son compañías que debes frecuentar o por lo menos, que su opinión no sea tan importante para ti. A veces, nos empeñamos en perder tiempo soñando con una perfección ideada para unos pocos y que es cambiante. Pienso, que es mejor dedicar el tiempo que poseemos en intentar ser lo más felices posibles con lo que tenemos, intentar estar en paz con nosotros mismos y buscar experiencias positivas que nos enriquezcan como personas.
El camino no es fácil pero no estás solo. Si tú mismo no eres capaz o tampoco encuentras entre las personas de tu entorno quién te puede ayudar, hay muy buenos profesionales capacitados en trabajar sobre todo en tu salud e inteligencia emocional y hacer ese camino contigo.
“Nuestros complejos son la fuente de nuestra debilidad, pero con frecuencia son también la fuente de nuestra fuerza”. Sigmund Freud, padre del psicoanálisis, (1856-1939)
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