A la doctora Virtudes Atero
Romancero de mi sangre,
dígame usted, alma de tierra,
¿por qué no pares romances
de la tradición moderna?
Se rebuscan y recogen
por el mar y por la sierra
perlas de cien mil colores
pero que parecen muertas.
Un día pude sumergirme
por una mujer de letras
en la luz casi invisible
de la herencia de mi tierra.
Virtudes era su nombre,
Chispa su apodo de guerra;
oro todo lo que esconde;
plata todo lo que enseña.
En unos fugaces meses
quiso mostrarnos la esencia
de lo que el romance tiene
oculto en su fiel poética.
Nos habló de Delgadina ;
hasta de la lux aeterna;
de aquel príncipe don Juan
y de Tarquino y Lucrecia.
Los celos de San José,
Conde Niño y Mala Suegra;
también de Bernal Francés
y la doncella guerrera.
Quiso dejarnos muy claro
que en esta difícil senda
Menéndez Pidal fue el amo
recogiendo sus riquezas.
Y desde entonces yo ando
buscando en la mala hierba
algún tesoro enterrado
de melodías perfectas.
Romancero de mi sangre,
dígame usted , alma de tierra
¿por qué no pares romances
de la tradición moderna?
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