La superstición siempre va enfocada al gato negro y logra su máxima expresión en el relato de Edgar Alan Poe: El gato negro. Sin embargo después de cuarenta años en la profesión de curar animales, he tenido varios gatos, entre ellos tres blancos durante diferentes períodos y lugares donde he vivido.
“Nieve” llegó a nuestra vida por solo abrir la puerta de calle, allí estaba con escasos días de nacido en una bolsa, alguien me lo dejó en la puerta por saber que soy veterinario…nada nuevo una vez me dejaron catorce cachorros durante la noche en una prolija caja de cartón.
Pero este gatito que desarrolló hermosamente tenía la costumbre de saltar de techo en techo para ir a esperarme al aparcamiento donde yo llegaba de madrugada. No sería problema si los techos no fuesen de chapa acanalada y el ruido despertaba a sus dueños…a las cuatro de la madrugada.
Nieve se ubicaba de tal manera que podía saltar a la cabina del vehículo y así entrar al aparcamiento como una procesión triunfal.
Una noche no apareció y nunca más supe de él. Tendría tres años.
Otro gato blanco fue Trancas, genio y figura. Lograba llegar a la pérgola de la terraza y de allí a la casa de la vecina para jugar con su gata. Una mañana, mientras preparaba el desayuno siento un quejido seco, un AAAggggggg. Y luego, silencio total, era Trancas que fallecía de muerte súbita. No tendría mas de seis años, ninguna enfermedad.
Simplemente su corazón hizo una contractura y ya no se relajó para dar paso al siguiente latido…como en los deportistas, le había llegado la muerte súbita.
La reflexión que me queda es que en tantos años dedicados a los animales no he conocido gatos blancos de edad avanzada…como si se tratara de una maldición pero ya no de gatos negros ni de hechicerías sino de gatos blancos como la nieve o como Trancas.
Deja una respuesta