Los tres meses pasaron en un “pispas”. Durante ese tiempo, resolvimos una docena de casos, y ayudamos varias veces a la guardia civil a encontrar personas desaparecidas..
Mi tío y Carmen acondicionaron el apartamento de ésta para vivir en él después de casados. La boda se celebró el 4 de diciembre en la iglesia del barrio. De la iglesia al bar de Pedro sólo había cien metros. En el salón del bar se celebró la comida. Los padres de Carmen y los míos presidieron la mesa de los novios. Fue una boda familiar, los únicos invitados, fuera de la familia, fueron los profesores del colegio.
De la iglesia al bar cayó una tromba de agua impresionante. Los paraguas evitaron que nuestras cabezas se mojaran, pero nuestros zapatos y calcetines quedaron chorreando. Muchos fueron al lavabo a secar los calcetines en el aparato de aire caliente.
—Pronto empezarán los truenos –dijo amablemente don Rafael a Carmen —,Has elegido para casarte el día de santa Bárbara, patrona de la artillería
Los truenos sonaban como auténticos cañonazos, don Rafael tenía razón con santa Bárbara.
—Ven, Peto, te voy a presentar a mi señora. Tiene ganas de conocerte, sobre todo cuando le conté como averiguaste en un santiamén donde estaba la cartera.
La señora Herminia era muy simpática. Estaba disfrutando de lo lindo. No era nada extraño, un matrimonio mayor y sin hijos se aburre: ya se lo han contado todo. La boda fue para ellos como una diversión, un escape de la rutina diaria.
—Hace unos años extravié un pendiente de oro con una perlita engarzada. Era de mi madre, lo había heredado de su abuela. Cuando veo a su compañero me entristezco. ¿Sabrías encontrarlo igual que encontraste la cartera?
—Lo intentaré, pero me tiene que responder a un par de preguntas.
—Las que quieras.
—¿Cuántos años hace que le echó en falta? ¿Se cambió de domicilio en ese tiempo?
—Recuerdo su pérdida, celebrábamos los veinticinco años de profesor de mi marido. ¡Quince años!, hace quince años que lo perdí, y siempre hemos vivido en la misma casa.
—Con esas respuestas comenzaré mis pesquisas. El lunes le diré a su marido donde está.
—La mujer quería creer, pero no creía, la duda se reflejaba en su rostro. ¿Cómo un chaval de ocho años encontraría algo que ella perdió hace quince años? Era la pregunta del millón de doña Herminia.
La fiesta duró hasta el atardecer. Carmen cambió el traje de novia por uno de calle. Pedro se ofreció para llevar el traje a la tintorería. La lluvia no cesaba.
El lunes, cuando encontré a don Rafael en el colegio, me hice el distraído .
—Creo que no lo encontraste sabihondo.
—Pues se equivoca, lo encontré. ¿Tiene su mujer un abrigo marrón de astracán en el ropero del cuarto de los invitados?
—No lo sé, pero se puede preguntar.
—Hola Herminia, te paso con Peto, quiere hablar contigo.
La señora siguió mis instrucciones y encontró el pendiente. Gritó de alegría al tocarlo. Después me dio las gracias toda nerviosa a causa de la emoción.
—Escuché el grito de mujer, eso quiere decir que lo encontró. ¡Muchas gracias, Peto! Tengo en casa muchos libros antiguos, desde hoy son tuyos. ¿Los quieres?
—¡Claro que los quiero! Soy un enamorado de los libros.
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