Gran parte de la insatisfacción personal que sufrimos día a día se genera a raíz de las interacciones con las demás personas que nos rodean. Debemos lidiar diariamente con desconocidos y con personas cercanas a nosotros, como familiares directos o más lejanos y con amigos y conocidos. Debido a las diferentes personalidades y por las experiencias vividas previamente, continuamente aparecen pequeños roces o incluso conflictos mayores. Aprender a lidiar con ello puede aliviar mucho nuestro estrés mental.
No hay fórmulas mágicas para conseguir que todos nos llevemos bien y nos tratemos con amabilidad y respeto, pero sí hay ciertas formas de comportarse que pueden ayudarnos a liberar tensiones. En el trato con desconocidos debería resultarnos más sencillo, ya que no existe ninguna implicación emocional. Nos vamos a encontrar con que a veces nos van a tratar de forma irrespetuosa o maleducada. Algo que te puede funcionar es tomar distancia de esa conducta y verlo de forma objetiva y con cierta lejanía, no llevarlo a lo personal. Puede que la persona que tienes enfrente esté teniendo un mal día, o una mala racha, o incluso puede que dentro de su aprendizaje interno todavía no haya llegado a un nivel óptimo de equilibrio emocional y no sepa gestionar sus frustraciones. Conocer esto de uno mismo y de los demás nos puede ayudar muchísimo en las relaciones interpersonales. Ser amable todo el tiempo posible nos hace transmitir una energía y una calma a nuestro alrededor. Si la persona con la que interactuamos se encuentra en otro momento personal energético realmente no es nuestro problema. Saber protegerse ante estos roces es bueno para nosotros. Imagínate que ante un desplante o una mala contestación enseguida nos rebelamos y nos ponemos a ese nivel. En ese mismo momento, empezamos a generar una serie de cortisol que nos va a provocar un conjunto de emociones negativas, enfado, ira, tristeza…y como consecuencia, una sintomatología negativa para nosotros mismos. Una reacción equilibrada, con autocontrol y con cierta distancia, no sólo nos va a proteger de un “ataque” externo, sino que con nuestro comportamiento vamos a ser ejemplo para los demás.
Personalmente, suelo verme a mí misma y a los demás como a personajes de un juego en el que cada uno asume un rol y es por ello que se comporta de cierta forma. Cada personaje anda en su propia lucha de supervivencia por encontrar la felicidad, pero no todo el mundo posee el mismo equilibrio y paz emocional y mental. Cada personaje tiene unas vivencias, unas experiencias desde su niñez que junto a su personalidad han conformado a la persona con la que nos encontramos en ese momento. Y así, es justo con nosotros mismos.
Cuando los conflictos los sufrimos con personas más allegadas a nosotros, como familiares o amigos queridos, se complica mucho más esa gestión emocional del conflicto. No es fácil, al contrario. Lo que suele ayudar en el proceso es siempre ponerse en el lugar del otro, intentar visionar el problema de los diferentes puntos de vista, no sólo del nuestro. Suele ocurrir que como personajes que somos, nos solemos enrocar en nuestro enfoque y punto de vista y no queremos ceder ni un ápice en nuestra forma de ver y entender las cosas. Eso hace que haya familiares que dejan de hablarse o tratarse, y que se pierdan por el camino amistades valiosas. De todas formas, existen ocasiones en que lo más sano para ambas partes, si al analizar profundamente la situación no vemos otro camino, es saber decir adiós o hasta luego. Existen relaciones que tienen fecha de caducidad y que no nos van a acompañar durante todo nuestro camino vital. Saber poner límites y no dejarse manipular ni vivir en contra de nuestros principios es algo que también debemos aprender. En muchas ocasiones ni siquiera nos damos cuenta, pero lo que ocurre es que el afecto no es mutuo. Puede que insistamos en seguir formando parte de la vida de alguien que no siente tanto afecto o amor como nosotros, y es por ello que al mínimo roce o desacuerdo, esa relación afectiva se desequilibra. El darse cuenta de esto, también puede resultarte muy útil para no perder tiempo ni energías que al final no van a llegar a ningún sitio.
Darme cuenta de esto en algunos momentos de mi vida me ha servido para despedirme de relaciones que ya no eran fructíferas porque alguna de las partes ya no se sentía cómoda, a veces por la otra parte y otras veces por la mía propia. El no ser correspondido en amor y afecto suele ser el germen de muchos conflictos y el no darnos cuenta de ello hace que muchas veces nos aferremos a relaciones tóxicas o insustanciales que ni nos aportan ni nos dejan aportar nada a los demás.
En resumen, ser más amables, ponernos en la piel de los demás, y a su vez, saber poner límites para que nos respeten y nos valoren de forma justa podría ser una pequeña ayuda para gestionarnos mejor en las relaciones con los que nos rodean. También, apostar por las relaciones en las que el afecto es mutuo y verdadero entre ambas partes y saber decir adiós o tomar distancia de aquellas relaciones en las que la balanza no está equilibrada y que una parte siente mucho más afecto que la otra, nos ayudará a rodearnos de personas que se encuentran en un punto más afín al nuestro, en cuanto a equilibrio personal y valores.
“Cada regalo que se da, a pesar de ser pequeño. es grande en realidad, si se da con afecto“. Píndaro, poeta griego (518 a. C).
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