En el patio de mi casa,
sembré una flor tan hermosa
que su marchitar me mata.
Que me aprendí una a una,
“toitas” las inscripciones
del pozo de la locura.
Ruina, más que te pese,
en mi corazón prefiero ,
por tal de que tú me beses.
Se dibujaba la luna
en el blanco de sus ojos
como una gitana pura.
Por tí me pasé los días
soñando contigo, madre,
sabiendo que me querías.
¡Ay luna , dame el veneno!
que cuando tengo tu boca,
en ella encuentro el consuelo.
Un día alzó su alma el vuelo
y nacieron en mi pecho
las flores negras de duelo.
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