Comenzamos a ser y a sentirnos padres desde el minuto uno, desde el momento en el que sabemos que esperamos un hijo. Toda nuestra vida da un giro en torno al nuevo ser que viene a casa, quien será nuestro nuevo amor incondicional, aquel en el que pondremos nuestros sueños y esperanzas, si acaso de cumplir viendo realizado en ellos lo que algún día anhelamos en nuestras propias vidas. Los nuevos padres deben adaptarse al cambio, si somos fumadores, dejar de fumar, si somos sedentarios, comenzar a dar paseos o de reducir los dulces y grasas de nuestra dieta diaria. Todo esto con la intención de traer un niño o niña sana y saludable a nuestras vidas, pero sabemos realmente de los efectos que podemos causar con nuestro comportamiento físico y anímico al niño?
El bienestar emocional de la mujer embarazada es un factor de su salud tan importante como los físicos y los estilos de vida ya que el aumento del estrés puede afectar al embrión y al feto, Fernández Mateos (2005) afirma que madre e hijo comparten sistemas neurohormonales, siendo los componentes afectivos desencadenantes de secreciones hormonales que modifican el medio en el que se desarrolla el futuro niño. El estrés en la madre hace que esta produzca niveles excesivos de hormonas como la adrenalina y noradrenalina, que traspasan la barrera placentaria y pueden afectar al niño.
El estrés materno puede condicionar el desarrollo emocional y conductual del feto y es uno de los factores de riesgo de la prematuridad, o del bajo peso al nacer, de la irritabilidad futura del niño y de otras alteraciones (Verny y Weintraub, 1992).
Simplemente debemos conocer que esas hormonas que producimos al alterarnos tanto, circulan por nuestra sangre, la misma que necesita el niño para su desarrollo. Por esto debemos ser conscientes de la importancia de nuestros actos para el buen desarrollo del bebé. No se trata de crear genios ni superdotados, sino de establecer las mejores condiciones para procurar el bienestar físico y emocional del niño por nacer.
A qué nos referimos cuando hablamos del desarrollo emocional y conductual del niño?
El modo en que el bebé se desarrolla en el vientre marcará su vida. Se sabía que el alcohol, el tabaco y una mala alimentación incidían negativamente; ahora la ciencia ha ido más allá y ha descubierto que las emociones de la madre durante el embarazo también desempeñan un papel esencial, Sigmund Freud (médico neurólogo) fue el primero en percatarse de la importancia de los sentimientos de las madres; se dio cuenta de que las primeras etapas de la maternidad tenían efectos a largo plazo en la psicología del niño. Y que la educación emocional de los hijos no empezaba cuando estos nacían, sino en el útero.
Si entendemos por sentir, sentimientos tales como la tristeza, la alegría, la soledad, el miedo, no lo sienten, lo que sí tienen los fetos son sensaciones. Así, sienten bienestar, placer, saciedad, alarma, sobresalto… de alguna manera percibe las sensaciones de la madre. Eso no quiere decir que la madre tenga que pasar por el embarazo sin sentir o sintiendo sólo cosas positivas, hay que sentir felicidad pero también estrés, todo en su justa medida, porque ambas son necesarias. El problema radica en cuando las negativas se prolongan, no es malo que la madre se enfade, pero sí que lo esté todo el día, todos los días. La educación emocional del niño empieza en el útero. Si la madre está sumamente estresada, el bebé recibe el mensaje de que deberá hacer frente a un entorno peligroso. Eso los hace mucho más prontos a reaccionar; suelen ser niños más susceptibles a llorar, a estresarse, a sentir ansiedad, se eleva el riesgo de que el niño padezca síndrome de déficit de atención o hiperactividad.
Y al revés, el amor, la ternura, el placer, el bienestar, etc. generan oxitocina y endorfinas -llamadas ‘hormonas de la felicidad, el bienestar y el amor’-, que así mismo inundan o impregnan al niño de felicidad y bienestar.
Desde los cinco meses la madre puede estimular la comunicación educativa desde el oído del niño a través de rutinas que incluyen saludos, hablar, cantar, contar cuentos, escuchar música, etc.
El oído es el sentido más desarrollado antes del nacimiento, los bebés en útero manifiestan interés y atienden a la voz de la madre provocando que se acelere su ritmo cardíaco. Este mismo estímulo musical, una vez que han nacido, les tranquiliza y relaja, reducen su frecuencia de latidos del corazón, lo que pone en evidencia la existencia de una cierta memoria prenatal.
Así esta pedagoga que os escribe, os anima a comprender de los beneficios de una vida calmada y saludable, acompañando a estas madres y pensar en si las podemos ayudar a sentirse menos estresadas, ansiosas o deprimidas, estamos reduciendo el riesgo de que los futuros niños padezcan problemas emocionales y fortalecemos su mejor desarrollo neurológico.
“Vivir es el oficio que yo quiero enseñarle. Al salir de mis manos no será, lo reconozco, ni magistrado, ni soldado, ni sacerdote: antes que nada será hombre” (Rousseau, 1987, p. 41).
Mi Fertilidad dice
¡Bien dicho! Nosotros también defendemos la importancia de el bienestar emocional de la mujer como factor de la salud del embrión; un factor al que no se suele prestar mucha atención y que es tan importante como otros.