¿Qué harías si tienes que decidir entre ganar 1000 euros hoy mismo o esperar un año y ganar 2000 euros? ¿qué decidirías? ¿cogerías hoy mismo el dinero porque “más vale pájaro en mano…” o tendrías la capacidad suficiente de espera? ¿Y qué significa esto, qué indica sobre ti qué elijas una u otra opción?
Walter Mischel (1930-2018) fue un psicólogo nacido en Viena que desarrolló importantes investigaciones sobre el control de estímulos, el refuerzo retardado y el autocontrol, sobre todo en niños y adolescentes. Es considerado uno de los principales psicólogos de enfoque cognitivo conductual y uno de los autores más citados del siglo XX.
A finales de los años 60 este psicólogo elaboró un experimento muy interesante mediante el cual quería observar los efectos de la gratificación retardada, es decir, la habilidad de abstenerse de recibir un elemento gratificante de manera inmediata, con tal de recibir otro elemento más deseado aunque se tenga que esperar para conseguir este último.
El experimento consistió en seleccionar un grupo de niños y niñas con edades comprendidas entre 4 y 6 años, y se les llevaba a una habitación con sólo una mesa y una silla. Encima de la mesa había una golosina o una galleta, algo que a ese niño o niña le gustaba bastante. A los niños se los dejaba solos, pero antes de marcharse, el investigador les explicaba que tenían 2 opciones.
La primera opción era tocar una campanilla para llamar al investigador y entonces podían comerse la golosina, o esperar hasta que el investigador llegase sin que el niño le avisase y entonces podrían comerse 2 golosinas. La primera opción implicaba una gratificación inmediata mientras que la segunda opción implicaba una experiencia gratificante retardada.
A los niños que no pudieron esperar apenas (algunos esperaron menos de 1 minuto) y se comieron la golosina se les llamó “retardadores bajos”. A los niños que sí esperaron y consiguieron comerse las 2 golosinas se les llamó “retardadores altos”. Sin embargo, el experimento continuó en el tiempo y se siguió estudiando a aquellos niños, más tarde convertidos en adolescentes. Se revelaron datos muy interesantes, ya que los niños que consiguieron esperar tenían un mayor rendimiento académico y unas calificaciones mejores. Así que se demostró una relación directa entre la habilidad de esperar (la gratificación retardada o refuerzo retardado) y un mayor rendimiento escolar. Además, esa gratificación retardada se vinculó con una mayor resistencia al abuso o adicción de sustancias y una mayor satisfacción en las relaciones interpersonales.
Las personas que tienen la capacidad de esperar para conseguir una gratificación a largo plazo tienen una mayor actividad de la corteza prefrontal, en la parte anterior de los lóbulos frontales, relacionados con la capacidad de la planificación compleja, la toma de decisiones y la adecuación social.
Actualmente educamos a los niños en la inmediatez, si quieren algo lo tienen casi al momento, ya no esperan a Reyes o cumpleaños, como en la generación anterior. Si quieren saber algo, sólo tienen que encender el ordenador y en pocos segundos se encuentran con la información que buscan. Ya no se trabaja ni se investiga en libros o enciclopedias buscando y buscando para hacer los trabajos que les mandan en colegios o institutos. Cortan y pegan y ya tienen listo el trabajo que les pide el profesor. Vamos demasiado rápido y no trabajamos bien la espera por lo que la tolerancia a la frustración es menor. Así, tanto padres, abuelos, educadores, … gratifican inmediatamente a los niños y no desarrollan esa fortaleza o resiliencia tan útil para el resto de la vida.
Existen personas que tienen esta capacidad innata, porque son más reflexivos, tienden menos a la impulsividad, y piensan a largo plazo, planificando el éxito de la espera cuando esta espera merece la pena. Pero también es algo que se puede entrenar y que animo a que desde niños se haga.
Sin entrar en extremismos o generalizaciones a las posibles situaciones que se pueden plantear, el desarrollar esta habilidad con sentido común desde pequeños, dará como resultado a individuos adultos con una mayor capacidad de esfuerzo y planificación, conocedores de que con trabajo y constancia se puede llegar a conseguir prácticamente todo lo que uno se proponga. Explicando este experimento he pretendido reflejar que en una sociedad que se mueve dentro de lo tecnológico y de lo instantáneo, debemos implementar los modelos que sí funcionaban en generaciones anteriores, en las que la constancia, la paciencia y el saber esperar a una gratificación mejor en detrimento de una menor puede que mejoren los altos niveles de desmotivación y fracaso escolar en nuestros niños y adolescentes. Y no sólo eso, ya como adultos, seríamos más fuertes y más resistentes a obstáculos y dificultades, siendo menos permeables a sufrir trastornos como ansiedad o depresión entre otros.
Existen técnicas que pueden usarse para entrenar a los niños, tales como técnicas de distracción del elemento deseado y así postergar su adquisición, enseñarles a alejarse de dicho estímulo deseado o a desarrollar pensamientos en los que planifican y valoran las ventajas e inconvenientes de la espera. También pueden usarse ejemplos que explicaríamos a los niños o simplemente a través del ejemplo que se les da en su entorno a través del modelado.
¿Qué hubieras hecho tú? ¿Hubieras cogido la golosina o hubieses esperado para comer dos golosinas?
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