Entre Córdoba e Inglaterra, un alma se muestra artista en todo su esplendor, no solo por sus creaciones artísticas sino sobre todo , por su forma de vivir y entender la vida.
El concepto artista muchas veces es utilizado en vano para señalar a aquellos que interpretan con su voz o con su cuerpo una pieza musical, teatral, cinematográfica, etc. Pero este concepto abarca y ha de abarcar mucho más allá de la mera reproducción e imitación de piezas creadas; artista ha de ser además y sobre todas la cosas, aquel que con su voluntad imaginativa no interpreta sino crea y personaliza los vestigios de sus influencias.
Molly Mai es una de esas personas a las que no hace falta conocer mucho para darse cuenta de su locura.
La magia con la que conjuga la ternura del comportamiento con la angustia vital permanente de todo artista que pretendiese llamarse romántico, resulta contagiosa y positiva para el desfogue de la lírica pasional y fundamentalmente trágica.
Cuando se está con ella, el misterio toma la palabra y la punta de un puñal de hielo se derrite sobre sus heridas que arden.
Nadie tiene consuelo para Molly. Nadie hay quien la comprenda; excepto el arte.
Cuando ella nada en música , sus brazos toman la fuerza del ave fénix; que vuela sobre los escenarios imaginarios que aún no se han vuelto reales por aquello de la inseguridad artística.
Quiere que todo sea perfecto y en ello trabaja. Aun no ha visto la luz su obra pero lo hará. Nadie podrá conocerla de verdad hasta que no empiece a lanzarnos una a una las rosas de sus desventuras en forma de canciones o escritos.
Su universo es el de la paz y la risa; el del llanto y la mortaja, el mundo romántico de los mejores portadores de riquezas artísticas; aunque por ende, los más tristes y sufridores.
Ella camufla la tragedia de sus noches con dulce melodía y con la dulce forma de cantar de aquellas que coronan sus vidas, en promesa de sacrificio eterno.
Con su voz, con su pluma o con su forma de expresarse a través de las fotografías que realiza, nos da leves sorbos de su sangre y su pensamiento;
una pequeña porción del gran pastel de su identidad artística, emocional y desarraigada.
A Molly
Tus ojos son reflejos de un mar atardecido,
tu voz el llanto herido de una niña que ama;
tu risa de locura se tuerce en desafío
en retos de una escena que fue escrita en palabras.
Tus labios se dibujan en un lienzo divino;
el fruto del castigo de tu exigencia amarga,
y muestra los secretos de tu existir perdido;
las horas de tus noches aullando a la guitarra.
Reclámale a mi luna el tiempo enmudecido,
las lágrimas, gemidos de llanto en tu almohada;
las veces que supiste cual era tu camino
y en opuesto sentido que el mundo tu remabas.
Dile que baje a verte y que duerma contigo
y haga eterno el suspiro del duende que emana,
de tus manos artistas; del corazón cautivo;
del puñal que tienes clavado en el alma,
Molly manantial de sueños, delirios;
nocturna inagotable, amor sin fin: lunática.
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