De poco serviría el mejor calzado si dentro de ellos llevamos “casi cualquier cosa”, y máxime cuando sabemos que cada uno de nuestros pies tienen unas 250.000 glándulas sudoríparas. Vaya, que sudar, van a sudar. Y mucho.
Para evitar las temibles ampollas, rozaduras y erosiones varias, tenemos que informarnos para vestir a nuestros pies con el equipamiento adecuado y correcto. PIE SECO, CÓMODO Y CÁLIDO.
Es recomendable un calcetín para cada época, o por lo menos, uno de invierno (+ térmico) y otro de verano (+ frescor).
Pero empezaremos con una clasificación según el material de que pueden estar compuestos:
- Algodón. No recomendable. Tardan en secar y no aportan calor.
- Lana. Son termoestáticos (regulan la temperatura) y mantienen los pies secos. Pueden causar picazón.
- Materiales sintéticos. Se combinan en las distintas partes del calcetín para crear un ajuste perfecto y evitar ampollas. Secan muy rápido.
- Seda (liner). Eliminan la humedad y son muy suaves y ligeros.
Según el uso que le vayamos a dar:
- Interiores. Se ponen antes que los calcetines gruesos y son muy ligeros.
- Disminuyen la fricción entre el pie y el calcetín exterior.
- Livianos. Para distancias medias y/o cortas.
- Peso medio. Son los que se combinan con los interiores. Para climas fríos.
- Pesados. Para excursiones muy largas o climas muy fríos.
Características del calcetín:
- Acolchado. Fundamentalmente en talón y puntera, que protege y amortigua.
- Refuerzos en el arco. Con una banda elástica que mejora el soporte y evita dolores y fascitis.
- Altura. Los cortos o tobilleros no protegen de la abrasión de las lengüetas y la caña del calzado.
- Ajuste. El quid está en la longitud correcta; que no sobre y produzca apelotonamiento en los dedos pero que tampoco falte y se lo “coma” el zapato.
- Costuras. Inexistentes y si no es posible, que sean planas.
Dependiendo del uso que nosotros le vayamos a dar, podemos decantarnos por una u otra composición, aunque tenemos que tener también en cuenta la morfología de nuestros pies, así como probarlos siempre dentro del calzado elegido para comprobar su ajuste.
Para actividades muy intensivas, bien sea por el esfuerzo o por su duración, suelen utilizarse cremas anti-rozaduras o vaselina. Un correcto “cuidado de los pies” manteniéndolos limpios, secos, correctamente hidratados, con un corte recto de uñas y sin vestigios de callos o durezas, nos ayudará a que nuestra actividad no se convierta en un calvario.
No es una inversión barata, pero a la larga merece la pena. Y no olvidar llevar siempre un par de repuesto.
Nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas. Henry Miller
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