El día parecía normal, como otro cualquiera. El desayuno había sido el habitual, la hora y la rutina similares a la de cada día del curso escolar.
Su madre le había pronunciado las mismas palabras que siempre antes de dejarla en el colegio. Llegó el momento de ver a todos sus compañeros: a Pol, a Abril, a June, a Ignasi. Todo parecía repetirse. Todo igual, salvo una diferencia.
Martina comenzó a sentirse extraña. Le entró una repentina vergüenza un curioso nerviosismo y una inusitada preocupación. Sentía un vacío en el estómago aún habiendo desayunado,le costaba tragar pese a que no le dolía la garganta y le inquietaba su aspecto pese a que llevaba el mismo uniforme que los demás. Nada podía haber causado eso tan repentinamente salvo una gran enfermedad.
¿Sería grave? – pensó ella. ¿Necesitaría un importantísimo y carísimo antídoto que la cursase? ¿Qué era lo que le ocurría?.
Se lo comentó a su profesor, don Francisco y éste comenzó a reír y le repondió: – es normal . Totalmente normal e incluso bonito.
Martina se quedó meditabunda y pensativa:- Si es normal ¿Por qué no lo había sentido antes? ¿Qué era aquello a lo que don Francisco le daba tan poca importancia pero que a ella le causaba sensaciones tan fuertes?
Llegó el momento de saludar a sus amigos. Allí estaban Abril y June, a quienes les comentó lo que le ocurría pero tampoco entendían la razón.
El vacío en el estómago iba en aumento y el nerviosismo se intensificaba.
De repente, aparecieron Pol e Ignasi, que como siempre, llegaban más tarde a causa de los retrasos del autobús escolar.
Martina saludó a Pol, pero cuando saludó a Ignasi, su corazón se puso a palpitar muy fuerte como si se fuese a salir o a parar. Tras dos besos muy cordiales a Martina se le quitaron todas esas extrañas sensaciones y solo su corazón mandaba. Al fin lo comprendió: Se había enamorado.
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