Ignacio Dean, un malagueño de 35 años, es el primer español que ha dado la vuelta al mundo a pie, una empresa que le llevó tres años y que “hubiera sido imposible si la humanidad fuera mala”, explica el caminante-aventurero.
Hace un año que Dean regresó a Madrid después de recorrer 33.000 kilómetros a pie a través de 31 países, un año que ha dedicado a escribir el libro “Libre y salvaje” (editorial Zenith), en el que narra la aventura que emprendió en solitario, sin asistencia y sin ningún patrocinador que financiara el viaje.
El aventurero reconoce que en la etapa final del viaje, después de tres años “volcando cada célula” de su cuerpo en “conseguir un objetivo y estar a punto de conseguirlo”, se preguntaba, “¿Y ahora qué?”. Así que, cuando terminó, se puso a escribir enseguida.
El libro tiene “un fin personal y otro social”, afirma Dean: por un lado, escribirlo también es “cumplir un sueño” y “cerrar un círculo”, y por otro, es una manera de “compartir todos los aprendizajes y experiencias vividas”, en una “especie de misión de devolverle a la sociedad” lo que el mundo le ha “regalado”.
Dean partió de Madrid en marzo de 2013 y recorrió Europa, entró en Asia por Turquía, caminó hasta Singapur, cruzó Australia y voló hasta Chile, desde donde siguió la costa americana hasta Nueva York, para emprender el regreso.
Este joven llegó a andar hasta 85 kilómetros en un día, aunque la media era de 45, y durmió la mayoría de las noches en una tienda de campaña que transportaba en un carrito donde llevaba su exiguo equipaje: dos mudas, una cámara de fotos, un teléfono y algún alimento.
El aventurero pasó tres años “rozando la supervivencia” y “en un constante estado de emergencia de presupuesto”, porque ningún patrocinador accedió a financiarle el viaje, así que tuvo que aprender a racionar la comida y el equipamiento.
“En un viaje así te deshaces de cosas accesorias y superfluas, te tienes que desprender de todo, familia, trabajo, casa, amigos, y lanzarte a una aventura de la que no sabes si vas a volver ni quién vas a ser cuando vuelvas”, afirma Dean, que dice haber aprendido a ser una persona “desprendida y agradecida”.
La aventura de este caminante era una manera de “predicar con el ejemplo” que “todos podemos cambiar nuestros hábitos a favor de un mundo más respetuoso con el medio ambiente”, además de “llamar a la acción desde la pasión”, en vez de “poner el dedo en todo lo que hacemos mal” desde “la culpa y el sacrificio”.
“He visto miles de hectáreas con el árbol de la goma en Tailandia, que degrada el suelo, el ‘fracking’ en México, la minería en Chile que está desecando los ríos, la contaminación en Asia central, pero me interesa más mostrar la belleza del mundo en el que vivimos”, reflexiona Dean.
Reconoce que “a veces se aburría”, y llegaba a “hablar solo”, y que en ocasiones lamentaba no estar en casa para “los cumpleaños de amigos y familia, bodas” o para “arrimar el hombro en los momentos malos”.
Dean recuerda algunos errores clave de su viaje, como cuando le atracaron en Perú, cuando fue detenido en la frontera entre Irán y Armenia por hacerse un selfi o cuando contrajo la fiebre chikungunya en Chiapas (México), unos errores que estuvieron a punto de costarle “la viabilidad del viaje, la salud o la vida”.
Sin embargo, el caminante asegura que “detrás de la locura que ya de por sí es dar la vuelta al mundo a pie” hay “algo de sensatez y mucha planificación”, porque “para conseguir un objetivo romántico tienes que ser tremendamente práctico”.
De volver a casa y readaptarse a la vida sedentaria, Dean asegura que le costó más la parte física, porque se subía al coche y se mareaba, le “aturdía el ruido”, “no podía escuchar música” y el cuerpo no le pedía “hablar mucho” porque se había “vuelto silencioso” después de tantos días de soledad.
Ahora, el aventurero afirma que quiere preparar otra aventura de aquí a dos años, que seguramente no sea a pie pero que responde a su “necesidad y curiosidad de conocer nuevos lugares”.
“Me gustaría algún día tener un hogar, pero de momento no tiene mucha pinta”, comenta Dean con una sonrisa. “Te das cuenta de que el hogar está dentro de ti y que, estés donde estés, tienes que estar a gusto”.
“Todos deberíamos luchar por nuestros sueños, sea dar la vuelta al mundo a pie, estudiar una carrera, tener una familia o montar una empresa. A veces es necesario echar el freno, tomar otra medida del tiempo y salir de la vorágine donde estamos inmersos”, concluye Dean.
Foto: Lorenzo Carnero
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