A las nueve y cinco de la mañana hubo un revuelo en la clase de al lado. Había desaparecido un bocadillo de la mochila de un niño.
—Carmen, ayúdame a buscar un bocadillo que ha desaparecido de la mochila de un niño. Hemos vaciado todas las mochilas y no está en ninguna de ellas. ¿Qué hago?
Mi señorita no reaccionaba, pero la clase si. Reaccionaron gritando: Peto, Peto, Peto…
Nuestras miradas se cruzaron, necesitaba ayuda. Me acerqué y le pregunté al oído si me necesitaba. Asintió con la cabeza. Puso tarea a los niños y me fui con ella a la clase de tercero. Todas las mesas estaban ocupadas con el contenido de las mochilas y los niños de pie detrás de sus sillas. Miré las dos estanterías y allí no se podía guardar un bocadillo envuelto en papel de aluminio. No había más muebles.
—¿De qué era el bocadillo?–pregunté por preguntar para ganar un poco de tiempo.
—Era de jamón serrano –contestó el dueño del bocadillo.
—¡Ya sé dónde está?
—¿Dónde? –preguntaron las dos profesoras intrigadas.
—En el cajón de la mesa de la señorita (dije eso porque era el lugar de la clase donde no habían buscado).
Me arriesgué y acerté. Los niños y niñas comenzaron a aplaudir. Al oír los aplausos a través de las paredes, los de mi clase comenzaron a gritar mi nombre. Sabían lo de mi éxito con el bocadillo. Yo mismo se lo entregué a su dueño.
—Os puedo asegurar que la señorita no ha sido. El autor del robo lo escondió para recuperarlo a la hora del recreo.
—¿Quién fue el ladrón?
—A mi me trajisteis para buscar el bocadillo, no para buscar al ladrón.
—¿Pero sabes quién fue? –preguntaron al unísono las dos señoritas.
—Sí, pero no soy un chivato.
Me llevaron al despacho del director, querían saber a toda costa el nombre del culpable para castigarle. Les mentí, no le quise delatar. Algún motivo importante tendría para coger el bocadillo y pensaba averiguarlo por mi cuenta.
—Tengo varios sospechosos y carezco de pruebas acusatorias. Caso cerrado –respondí.
—Quiero hablar contigo a la hora del recreo –comentó cuando regresábamos a clase.
—Me tienes intrigada ¿cómo averiguaste dónde estaba el bocadillo? Ya sabes que puedes confiar en mí, te prometí lealtad y siempre cumplo mis promesas.
—Elegí el cajón porque era el único sitio que faltaba por buscar. Era el lugar perfecto para esconderlo. El bocadillo lo cogió Rafa, el chico de delante. Si hubierais observado bien las mesas, os habríais dado cuento que era la única mesa que no tenía bocadillo. Su familia lo debe estar pasando mal, cuando llega al extremo de robar comida. Además fue el último en aplaudir. Le diré a mamá que mañana me prepare dos bocadillos.
—Yo le traeré otro para merendar –comentó dándome dos besos.
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