—Cambio de planes –dijo Jésica en el rellano de las escaleras —,merendaremos fuera.
—¿A qué se debe el cambio de planes?
—Papá tiene que ver a uno de sus socios en el restaurante de un súper. Debe firmar un documento ante notario. Creo que haremos una merienda cena. Con papá no podemos hacer planes anticipados.
—En el “mercedes” no cabemos todos, ¿en qué coche iremos?
—Acompáñame al garaje, te llevarás una sorpresa.
—¡Una limusina! –grité sin poderme contener.
Había cinco coches más de alta gama y según Jésica todos estaban blindados.
—¡Catorce asientos!, es una pasada.
—¿Qué coche te gusta, chaval? –preguntó Patxi que acababa de llegar.
—La limusina, sin lugar a dudas. ¿Cuál es la otra alternativa?
—La furgoneta negra, tiene tres filas de asientos.
Parecía la furgoneta del equipo “A”
—¡Subid!, os acercaré a la entrada, nos están esperando.
—¡Al autobús! –gritó mi hermana al ver la limusina.
—¿No llama mucho la atención este coche? –pregunté a Ignacio.
—Aquí nos conocen. Llamaríamos la atención si viajáramos en un utilitario.
El centro comercial era de la sociedad de Ignacio. Los empleados conocían a la familia. Ignacio se marchó a la reunión, Patxi se quedo en el coche y nosotros nos fuimos a fisgonear por las tiendas.
María José se paró a comprar setas.
—Se las mando donde siempre.
—Si, por favor.
—¿No se estropearán en el maletero.
—Patxi las guardará en el pequeño frigorífico del coche.
—Mamá, tengo que comprarle un regalo a Rafa, se lo prometí.
—Aurora, ¿no le preguntas si tiene dinero?
—Lo más seguro es que lleve más dinero que yo. Nunca le falta dinero.
En una tienda de fumadores, compré el regalo.
A eso de las nueve regresamos.. Un poco de televisión y mucha charla fueron suficiente para acabar con mi lucidez.
—Pasa Peto, queremos presentarte a Luis, ayer tenía el día libre.
Mi fino olfato desarrollado durante meses me dijo, que olía a perro.
—¡No me lo digas!, quisiera especular un poco contigo. Una de tus tareas es dar de comer a los perros. Ya te contaron lo de la apuesta y estás preguntándote como un mojigato como yo encontró al mastín.
—¡Es cierto!, has acertado en todo. Soy el único que puede acercarse sin miedo a los otros perros.
—Si tus perros me vieran,, se pondrían a aullar, meterían el rabo entre las patas y huirían – dije pensando en el espíritu de Rex.—
—Ten cuidado con lo que dices, “León” y “Tigre”(nombre de los perros), no se casan con nadie. ¿Pregúntale a Patxi?
Éste asintió con la cabeza dando a entender que eran peligrosos.
—¡Vamos y lo comprobaremos! , y esta vez lo haré gratis.
—”Tigre” “León! –gritó Luis en la zona ajardinada.
Los perros salieron de sus casetas ladrando y se dirigieron hacia nosotros. Rex estaba a mi lado. Luis reía. De pronto, pararon en seco, metieron el rabo entre las patas y regresaron aullando a sus casetas.
—Si no lo veo no lo creo –dijo Patxi restregándose los ojos.
Luis no pudo articular palabra, enmudeció.
Después de la exhibición y por unanimidad me regalaron una novela policiaca.
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