Los encuentros con el comisario en el bar de Pedro se intensificaron, sobre to los domingos por la mañana. A veces le acompañaba su esposa.
Algo trae entre manos, mi jefe siempre anda con rodeos, tírale de la lengua, me comentó Pablo por teléfono.
Con la escusa de traerme un libro, Pablo se acercó a la reunión dominical.
—¡Te gustará!—exclamó entregándome las aventuras de Marco Polo. Es un libro de viajes y aventuras, no tiene nada que ver con tus aficiones.
Al tocar el libro con mis manos no sentí nada, el conjunto de hojas escritas estaba sin vida, pero don Ulpiano vio una puerta abierta para formular un deseo.. Lo noté en su cambio de semblante, se puso nervioso. Quiso hablar pero no podía. Fue Lucía, su mujer la que inició la conversación.
—Hace unas semanas, cumplimos las bodas de plata de casados y recordamos la luna de miel a través de antiguas fotos y de nuestros recuerdos. Nos casamos aquí en la capital y por la noche tomamos un tren cama hacia Barcelona. En la ciudad condal esperaba un hermoso barco donde pasaríamos quince días maravillosos navegando por el Mediterráneo. En aquella época era un viaje de ensueño, como los que realizaba Marco Polo por Europa y Asia en la Edad Media cuando Venecia era el centro del mundo comercial.
Lucía, tomó un respiro y tragó saliva antes de continuar con su narración. Yo apreté el libro contra el pecho; seguía sin decirme nada. Era un libro muerto.
—Déjate de tantos rodeos y vete al grano.
—Continua tú si no te gusta mi historia –incriminó su mujer algo enfadada.
—Faltaban cuatro días para el regreso, lo recuerdo perfectamente y estábamos en El Cairo. En uno de los muchos bazares de la ciudad se me antojó una figurita de mármol de las pirámides. Mi marido compró la figurita y en la misma tienda mandó grabar nuestras iniciales y la fecha en una placa de plata. Fue mi primer regalo de casada. Cuando deshicimos las maletas en la capital, la figurita había desaparecido. Encontramos todos los objetos comprados a lo largo del viaje menos las pirámides. Sé que es una utopía, pero me gustaría recuperarl. Fue mi primer regalo y nunca llegué a verlo con placa.
—Tenemos pocas probabilidades. Los hechos son de hace veinticinco años, desconocen el nombre del bazar y para colmo, se perdió en un país extranjero. Veo poco viable la solución del caso, de todas maneras lo intentaré. Sólo tenemos un factor a favor.
—¿Cuál? –preguntó Lucía.
—Que era un objeto de escaso valor. Empezaré el interrogatorio— dije sacando la libreta y el bolígrafo dorado.
—¿Cómo se llamaba el barco?
—La Perla.
—¿Qué ponía en la placa de plata?
—Debía poner “U L” U de Ulpiano y L de Lucía. Desconocemos el tipo de grabación ya que nunca llegamos a ver la placa grabada.
La memoria de Lucía era asombrosa, se acordaba que el bazar estaba junto a un fumadero y una tienda de especias. Mi bisabuelo se pondrá muy contento porque sus colaboradores tendrán que rastrear veinticinco años buscando un objeto de mármol.
—¿Qué?, te lo ha puesto muy difícil mi mujer.
—Reconozco que es un caso casi perdido, pero me agarraré al “casi” para que no sea perdido completo.
—El próximo domingo volveremos a vernos.
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