Las personas que no están familiarizadas con las típulas se llevan el susto más grande de sus vidas cuando las ven por vez primera, pues, si tenemos aprensión por los mosquitos, con sus 2 mm de largo, ¿cuál sería nuestra reacción cuando estos “mosquitos” son tan gigantescos como para alcanzar los 50 mm? Pero, afortunadamente, las típulas son insectos que lo más que se parecen a los mosquitos, aparte de su aspecto general con sus patas largas y cuerpo estrecho, es el hecho de ser también del orden Diptera, es decir, también son de esos insectos que sólo tienen un par de alas, y el segundo atrofiado y reducido a un pequeño muñón no funcional para el vuelo. Pero, al contrario de los mosquitos, las típulas no son hematófagas, no pican para extraer sangre. Es más, las típulas son tan inocentes como cualquier otro fitófago, se alimentan de tejidos vegetales.
Las típulas son unos insectos de vuelo ruidoso, malos voladores, que se pueden colar en nuestras casas atraídos por la luz durante la noche. Como se ha dicho, son Dípteros pertenecientes a la familia Tipulidae, caracterizados por su apariencia delicada, delgada, de patas muy finas y largas, que suelen mantener las alas abiertas cuando están en reposo lo cual hace fácil ver los grandes halterios o balancines (2º par de alas atrofiado). De su cabeza, destacan los grandes ojos compuestos. Las piezas bucales son alargadas dándole un aspecto de hocico y no sirven para picar. En nuestras latitudes hay varias especies, de las que la más corriente y proclive a entrar en las viviendas es la Tipula oleracea porque su ciclo se realiza en el césped que tenemos en las proximidades de nuestras viviendas. Son insectos grandes, con cuerpos delgados marrón grisáceo y destacadas patas largas y antenas muy articuladas. Las alas son transparentes con prominentes venas amarronadas. El macho tiene de 16 a 18 mm de longitud y la hembra de 19 a 25 mm. El abdomen de las hembras es más voluminoso que el de los machos porque contiene huevos. Además el abdomen de la hembra termina en un ovipositor afinado que puede parecer un aguijón pero estos insectos no pican.
El ciclo biológico de la tipula transcurre con un desarrollo con metamorfosis completa (son holometábolos) con huevo, larvas, pupa e imago. Los adultos no se alimentan, se limitan a la procreación y mueren al poco tiempo. La hembra grávida elige las plantas nutritivas de las futuras larvas (ej. gramíneas como el césped) para hacer la puesta. Los huevos tienden a ser depositados en agregados sobre la superficie del suelo entre la hierba. Los huevos son marrones, delgados, rígidos, aproximadamente de 1 mm de longitud. Tras la incubación, transcurridas dos o tres semanas, los huevos eclosionan dando lugar a unas larvas que son ápodas (carecen de patas) y poseen aparato bucal masticador apto para roer (día y noche) hojas, tallos y raíces de las plantas huéspedes, teniendo como característica una cutícula de tacto rugoso, y llegando a alcanzar 3-4 mm de longitud; además tienen una cápsula cefálica característica y los segmentos abdominales a menudo tienen prolongaciones carnosas, casi como tentáculos, que rodean los espiráculos u orificios respiratorios. Estas larvas se desarrollan lentamente pero se mantienen activas des el otoño al invierno, alimentándose en esta época de tallos y raíces. En cambio, desde principios de primavera en adelante, crecen más rápidamente y se alimentan de las partes aéreas de la planta. A finales de mayo o junio las larvas han completado su crecimiento, entonces dejan de alimentarse durante un corto periodo de tiempo antes de pasar al estado de pupa. Las pupas se encuentran en el suelo y se mueven a la superficie justo antes de la emergencia del adulto. Las típulas adultas aparecen normalmente entre finales de julio y principios de septiembre, y las hembras no se alejan de su sitio de emergencia, tendiendo a hacer la puesta en el mismo lugar.
En sentido estricto, las típulas no son animales domésticos propiamente dichos, no entran en nuestras viviendas más que accidentalmente (solo los adultos) por ser deslumbrados por la luz durante la noche. Por otra parte, las típulas adultas no solo no pican, es que ni siquiera se alimentan, sobreviviendolo unos pocos días. En cambio, las larvas sí representan una amenaza para el césped, que si es de nuestra vivienda o comunidad se convierten en un problema que hay que afrontar. Al alimentarse de sus raíces y base del tallo, son responsables de amarilleamiento o clorosis del follaje y finalmente su muerte. La existencia de calvas amarillas en el césped es un indicador de ataques de típulas y lo podemos comprobar poniendo encima un plástico negro: si hay plaga al día siguiente aparecen las larvas grises.
Como de costumbre, el mejor método para afrontar este problema es la prevención. A primeros de septiembre se hace un tratamiento específico y se repite cada mes, procurando que no haya niños ni mascotas sobre el césped durante el tiempo de actuación reglamentario. Pero el tratamiento químico directo solo se precisa cuando el ataque es masivo, siendo recomendable hacerlo al atardecer, cuando estas larvas suben a la superficie. Ciertamente, los insecticidas permiten un control fácil y adaptado a la plaga, con mínimos efectos sobre otros organismos. Insecticidas con clorpirifos y brodifacum como sustancias activas están descritos para el control de la típula. Pero su abuso es desaconsejable porque puede producir estirpes resistentes. Se debe confiar también en la propia naturaleza: muchos pájaros y muchos insectos se alimentan de típulas.
Muchos peces y algunas aves acuáticas se alimentan de las larvas. Son vulnerables a infecciones de hongos. Los pescadores suelen usar algunas de las larvas acuáticas como carnada.
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