En recuerdo de mi primera clase como profesor de Literatura en el Colegio Guadalete de El Puerto de Santa María, donde hablé del Modernismo y del poeta Antonio Machado a los alumnos de segundo de Bachillerato.
La mañana se tornó en mañana Santa
cuando el viento removió cada melena
y en un violento danzar , mi gran quimera
dio aire fresco a mi pasión y a mi garganta.
Las agujas del reloj, que siempre marcan
el horario increbrantable de la escuela,
se pusieron al límite de la espera
y tocaron el final de mi esperanza.
Fue la hora ritualística del alma
la que dió fervor poético a mi lengua
y abrazó con mil recuerdos esa calma
que un docente ansía,quiere, busca y sueña.
Cuando al fin sonó el compás de mis palabras,
cuando tuve entre mis labios la promesa
de servir con amor a la adolescencia
pude hablar sobre otra época de España;
De Don Antonio Machado y su estela
de su obra tan , tan lejos del olvido ;
su olmo herido por un rayo abrió la veda
y alcanzó los sentimientos de un pupilo.
Hablé de agua como el tiempo y de una noria,
hablé de historia, de un camino que es la vida,
de unas ramas y sus hojas verdecidas,
del exilio, de la muerte y de la gloria;
Del hermano modernista indiscutible
y de un padre que recolectó mil cantes,
de una infancia sevillana hoy importante,
de una bella maestría irrepetible.
Ese fue el inicio de mis aventuras,
de la suerte que antes coronó mis noches
y hoy me valen de instrumento como hombre
y en mi fuerte vocación vive y perdura.
¡ Ay, Machado, que pusiste el broche
a mi primera clase de literatura!
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