Suponemos que ya tenemos mochila. Nos hemos decidido por una, o dos, dependiendo del tipo de actividad que solamos realizar. Pero, ¿cómo la preparo? ¿que meto dentro? y casi lo más importante ¿cómo lo meto?
Vamos a hacer uso entonces del más común de los sentidos (eso dicen) que es el sentido común. Y para ello dos aspectos importantes a tener muy en cuenta: duración de la actividad y climatología.
A la hora de comenzar con la preparación, y si es una de las primeras veces, se puede optar por hacer una lista con lo imprescindible, a la que iremos sumando las cosas específicas para esa actividad. Es aquí donde entrarían en juego la duración y la climatología.
Conforme vamos realizando salidas, la experiencia nos permite obviar este paso e incluso fabricar “nuestra lista”, memorizarla y corregirla por experiencias anteriores.
Como recomendación, detallo una serie de artículos que deben ser imprescindibles para una salida de un día, en el rango desde 2-3 horas hasta 8-9 horas.
Seguro que te parecen muchísimas, pero las condiciones que te puedes encontrar en la práctica del senderismo pueden de variar en muy poco tiempo.
Empezamos con un pequeño botiquín con un mínimo equipamiento básico, agua y comida adecuada a la actividad a realizar, incluso de ésta algo más como frutos secos o barritas energéticas. También pondría un manta térmica aluminizada, teléfono móvil, navaja, silbato, algo de ropa de abrigo, documentación personal y dinero.
A partir de aquí podemos ir añadiendo artículos. Si conocemos la ruta lo mismo no nos hace falta un mapa, pero no estaría de más llevar uno o un GPS. Y seguimos sumando ya dependiendo de las condiciones y de lo que vayamos a realizar, como protector solar/labial, gorra o gorro, chubasquero, forro polar, linterna, encendedor, guantes, braga de cuello, cortavientos, bastones, gafas de sol, cámara de fotos, bolsas de plástico, etc., etc. y mucho etcétera más.
El colofón a todo esto, empezamos con el encaje tridimensional de las piezas: meterlo todo en nuestra mochila y encima que nos quepa.
Como norma, nos fijaremos en el peso y la frecuencia de uso; las cosas que vayamos a utilizar menos al fondo, como podrían ser los elementos textiles y el botiquín; lo pesado en la parte central de la mochila, como agua y comida y lo de uso frecuente y acceso rápido en la parte superior.
Podemos utilizar para estas pequeñas cosas también los bolsillos laterales de nuestra flamante mochila.
La premisa es distribuir correctamente el peso dentro de la mochila para que se forme una unidad compacta y uniforme que se acople a nuestros hombros y espalda, utilizando los elementos destinados a tal fin, como las cintas de compresión, las hombreras y el cinturón lumbar para que se eviten los movimientos indeseables.
No es recomendable llevar las cosas colgadas en el exterior (salvo bastones y con las puntas hacia arriba), por seguridad y porque nos desequilibrarían y podríamos perderlas.
Siempre, y recalco lo de siempre, nos acordaremos de aquello que dejamos olvidado en casa porque creíamos que no hacía falta o de esto que metimos en la mochila y que ni lo hemos utilizado.
Ya conocéis el dicho: Más vale prevenir que lamentar
Lo que nos salva es dar un paso y después otro. Siempre es el mismo paso, pero es necesario hacerlo.
Antoine De Saint Exupery
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