En el artículo de esta quincena seguimos con la máquina del tiempo y poniéndonos nostálgicos. En este caso, vamos a recorrer el lado más oscuro del comienzo de Internet y cómo la mayoría del contenido que se consumía era completamente ilegal. Mucho tiempo ha pasado desde entonces y el panorama ha cambiado radicalmente. Como pasaba en el artículo anterior, es posible que los lectores más jóvenes no tengan ni la más remota idea de la utilidad de estos programas y servicios.
Napster
Todo aquel que tuviera una conexión de Internet allá por el año 2000 conoce este programa. Fue toda una revolución, ya que permitía descargar cualquier canción de forma gratuita (e ilegal) con unos cuantos clics de ratón. Daba igual que una canción con dudosa calidad tardase casi una hora en bajarse, pero se convirtió en uno de los servicios más famosos de todo Internet de todos los tiempos.
La transferencia de archivos no era nada nuevo, ya que el protocolo FTP llevaba por aquel entonces 20 años acompañando a Internet. Sin embargo, donde Napster innovó era en que usaba una tecnología de usuario a usuario (o Peer to Peer, P2P, en inglés). Es decir, que los ficheros se descargaban desde otros usuarios en lugar de hacerlo desde un servidor central.
La historia de Napster, sin embargo, fue la de una supernova: una estrella que brilló tan fuerte que se agotó muy pronto. Solo unos meses después de comenzar su andadura, la banda Metallica demandó a la empresa. ¿El motivo? Compartir canciones que aún no habían sido oficialmente publicadas. Obviamente, los integrantes de Napster perdieron el juicio y se vieron obligar a cerrar a mediados de 2001.
eMule
Ideado como una alternativa a un programa similar (eDonkey2000), consiguió con creces superar a éste. Continuaba la estela de la tecnología P2P que Napster había iniciado, y en este caso nos podemos bajar cualquier tipo de fichero, no está limitado a archivos de música. La primera versión data de mayo de 2002, disponible como un proyecto de código abierto. Se trata de uno de los proyectos más descargados de SourceForge, lo que lo valida como uno de los grandes en lo que a descarga de ficheros se trata.
El hecho que fuera Open Source, permitía que existieran multitud de ports a diferentes plataformas, e infinidad de mods para modificar y/o mejorar su funcionalidad. El problema con este software no estaba en el programa en sí, si no en el hecho que pudiésemos descargar cualquier tipo de contenido. Esto era un problema en dos sentidos: las conexiones en 2002 aún no eran lo suficientemente rápidas como para descargar grandes ficheros de forma eficiente, y era fácil que este contenido estuviera lleno de virus.
La última versión de eMule fue 0.50 beta 1, con fecha de 2015. Es decir, como su versión nunca alcanzó el número 1, siempre se le consideró como una “beta”.
BitTorrent
Aunque BitTorrent no es un programa, si no un protocolo, merece estar mencionado en este artículo. Contemporáneo de los otros sistemas de descarga, surgió tras la decisión de crear un protocolo bien definido que controlase las transferencias P2P.
Al igual que eMule, se puede encontrar cualquier tipo de fichero dentro de esta red. La cantidad de contenido es enorme, por lo que se necesitan sistemas para indexar y ordenar. Es el cometido de los indexadores de Torrent, las clásicas páginas web como The Pirate Bay, KickAss Torrents. Este tipo de páginas son completamente ilegales, ya que facilitan al usuario encontrar este tipo de ficheros en la inmensidad de la red Torrent. Perseguidas constantemente por autoridades y discográficas, son eliminadas y vuelven a reaparecer con nuevos nombres.
Lo importante de BitTorrent no es su aspecto ilegal, si no que ha permitido a muchas otras empresas usar este protocolo para transferir grandes ficheros sin comprometer sus infraestructuras de red. Por ejemplo, las distribuciones de Linux son un clásico ejemplo de contenido legal que podemos encontrar en este tipo de redes.
¿Qué ha pasado con ellos?
La popularidad de este tipo de programas siempre ha venido por el componente menos legal: conseguir contenido de forma gratuita. Muchas empresas del ramo audiovisual han tratado durante 20 años perseguir este tipo de actividades, con un resultado prácticamente nulo. Muchos han caído en la batalla por los derechos de autor, pero al igual que la hidra, por cada cabeza que se cortaba, nacía una con más fuerza que la anterior.
No ha sido hasta que plataformas de entretenimiento como Netflix han entrado en escena, que el consumo de contenido de forma ilegal se ha reducido considerablemente. Nadie se quiere arriesgar con virus y demás contenido indeseable si se puede tener todo al alcance de un clic, por una pequeña cuota mensual.
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