A Paqui Garrucho y a todas las mujeres que están al frente de las cocinas y de la limpieza del colegio donde satisfago mi vocación docente.
Llevan el arte en las manos y el trabajo por bandera,
de las jornadas primeras en llegar y en entregarse ,
las que al terminar las clases aún se mantienen guerreras
encabezando batallas de esfuerzo, constancia y clase .
Cuando se encienden los fuegos y se dibuja la espera
para que llegue a las mesas el corazón de las madres,
varios cientos de chiquillos con sus figuras hambrientas
devoran la santa esencia de su sudor y su sangre.
Tantas horas de faena y el cansancio que provoca,
las sonrisas de sus bocas, el buenos días y hasta luego,
la gracia y entrar al juego de profesores que evocan
las historietas más locas que en su momento aprendieron;
son elementos de vida que a uno alegra las mañanas,
el mosaico en la ventana que se contempla admirado
como contemplo sus manos por sus vidas desgastadas
o la luz de sus miradas tan tan lejos del pecado…
De blanco sus delantales, más con la belleza intacta ,
son guardiana de la infancia, la juventud y el tesoro;
esa ternura que añoro en momentos de importancia:
la que tan solo ellas saben dar con alma y con decoro.
Guardianas de las cocinas ;mujeres que abren
el cortijo del deseo de los sabores que adoro.
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