Es muy difícil encontrar personas que te digan que se encuentran bien completamente, a nivel mental o emocional. Casi todo el mundo acarrea conflictos internos por diferentes problemas, ya sea consigo mismos o con los demás. La base inicial que causa ese malestar suele ser el miedo.
El miedo es una respuesta funcional que nos ayuda a ponernos alerta ante cualquier sensación real o imaginaria de peligro. Esta respuesta es verdaderamente útil para nuestra supervivencia como especie, pero al haber desarrollado nuestras capacidades psicológicas de forma exponencial, es decir, pensamos demasiado, la mayoría de las veces, respondemos de forma desmesurada y desequilibrada, creándonos muchísimo malestar.
Si dedicas un tiempo de forma serena a reflexionar sobre el por qué de aquel problema que te agobia o te angustia, puede que llegues a la conclusión de que en la base más profunda de ese agobio se encuentre el miedo. Voy a exponer algunos ejemplos para que se entienda mejor esta idea.
— Pedro se enfada con Carlos porque este último ha empezado a salir con una chica y ya no quedan ni le llama.
En la base de este malestar suele estar el miedo a ser rechazado por ese amigo. Realmente le echamos de menos pero no sabemos cómo decírselo, así que nos enfadamos y no le hablamos durante un tiempo para demostrar que estamos enfadados con él. Simplemente sería más sencillo decirle, “hola, ¿qué tal?, te echo de menos, a ver cuando tomamos un café”. Somos incapaces de hacer esto último, pero nos resulta más fácil enfadarnos e incluso distanciarnos de alguien a quien apreciamos porque nos da miedo exponernos demasiado, nos da miedo que no nos quieran y nos da miedo no ser suficiente.
— Sara está enfadada con su madre porque siente que no la comprende.
En estos casos el miedo está en nosotros y también en los padres. Queremos ser buenos hijos y estar a la altura de lo que los padres desean, pero eso ocasiona a veces conflictos internos sobre lo qué queremos ser y lo que creemos que los padres esperan de los hijos. El miedo a no estar a la altura como hijos crea ese malestar. Por otro lado, los padres también tienen sus propios miedos. Miedo a que a los hijos les ocurra algo malo, miedo a que los hijos no consigan tener una buena vida y miedo a no ser buenos padres. Todos esos miedos originan situaciones conflictivas entre hijos y padres continuamente.
— Alguien nos contesta mal y eso hace que estemos todo el día dándole vueltas a por qué esa persona me ha hablado de esa forma.
El malestar que se crea a raíz de situaciones como esta o similares a esta, se debe a que pensamos que algo en nosotros ha ocasionado esa conducta y ese miedo hace que pensamientos negativos e irracionales empiecen a inundar nuestra mente. Lo ideal en estos casos, es pensar, que si no hay nada por mi parte que haya ocasionado esa conducta en la otra persona, entonces es que esa persona tiene algún problema de gestión con algo que le ha sucedido de forma ajena a mí. Le desearía internamente que solucione su conflicto y a partir de ahí, el resto del día me enfocaría en tener el mejor día posible y olvidarme de esa situación.
Los malentendidos y las suposiciones que hacemos de lo que creemos que piensan los demás, suelen distorsionar las relaciones entre unos y otros. Si diéramos por sentado que casi todo el mundo quiere ser querido y valorado, primero por uno mismo, y después por los demás, nos daríamos cuenta de que la mayoría de los problemas que tenemos con otros son de más fácil solución de lo que pensamos. Nuestro ego en estos casos no nos deja avanzar, “mira lo que me ha dicho”, “fíjate en cómo me ha mirado”, … parece que no sabemos salir de esa rueda de pensamientos negativos, que ya sean verdad o no (la mayoría de las veces no lo son), no nos dejan ser felices.
Miedo a no ser suficiente. Ahí encontramos la base de casi todos los problemas también que tenemos con nosotros mismos. Aceptarnos como somos e intentar evolucionar en positivo nos parece una tarea muy complicada pero realmente es mucho más sencillo de lo que pensamos. Nos autoexigimos muchísimo y es por ello que exigimos a los demás, pero es un enfoque destructivo que nos impide elevar nuestra autoestima y ser más tolerante con el resto de personas.
El miedo nos paraliza demasiado. Miedo a que no me quieran, a no caer bien, a no hacer bien mi trabajo o miedo a fallar en mis estudios, miedo a hacer las cosas que realmente me gustan, miedo a disfrutar y a vivir la vida de forma responsable pero también de forma plena.
¿Cómo podemos vencer esos miedos? Simplemente desbloquea tu mente, no te paralices y ponte en marcha. Si echas de menos a un amigo, llámalo. Si te apetece hacer un viaje, pero te da miedo ir solo/a, piensa que también puedes disfrutar unos días, que te lo mereces y que puede ser una experiencia estupenda. No tengas miedo a quererte y a aceptarte, aunque eso no excluya intentar evolucionar y mejorar como persona. No tengas miedo a querer y a valorar a los demás tal como son. Vence tus miedos y crece, vive más plenamente y sé más feliz.
“Quien vive temeroso, nunca será libre”. Horacio, poeta romano.
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