Vaya por delante que la suerte de éste que os escribe no es haber nacido poeta o curioso de la cultura; sino haber nacido andaluz.
Andalucía es esa tierra de nadie y de todos en la que muchos saben y pocos entienden; ese trozo de mapa que nutre desde tiempos inmemorables la cultura de España.
Góngora, Bécquer, los hermanos Machado, Juan Ramón Jiménez, Rafael Alberti, Picasso…todos andaluces; todos productos de un entorno; de una forma de vivir el arte, la convivencia y sobre todo la muerte.
Si hay alguna figura representativa del marco cultural andaluz que destaque sobre todas las demás , esa es la figura del genio irrepetible Federico García Lorca.
Cuando alguien me habla de Andalucía sin conocerla y comete el error de relacionarla solo y exclusivamente con la fiesta gritando aquello de ¡Andalucía de la gracia!, ¡Andalucía la alegre!, ¡Andalucía la del flamenco, el carnaval, los toros, las playas! se me remueven las entrañas; ya que Andalucía no es así. Andalucía y su cultura giran alrededor, bajo mi punto de vista, de dos conceptos fundamentales para entenderla: la muerte y la pena.
Toda nuestra cultura o gran parte de ella gira alrededor de la muerte ; la muerte por la muerte y la muerte todo el año: la del Cristo, la del toro, la del torero, hasta desembocar en un sinfín de rituales y expresiones culturales y populares convertidas ya en tradición, que tienen la muerte como foco temático ; llegándose incluso a bautizar a una fiesta gaditana con el nombre de “el entierro de la caballa”.
Si algo siento y presiento cuando leo a Lorca es que la pena inunda el ambiente. No me refiero a una pena de lágrimas o simple tristeza; la pena es la pena negra; esa que impide que rompamos ventanas y puertas para gritar al mundo nuestra alegría por miedo a que un golpe seco de sufrimiento nos arroye al cruzar el umbral. Esa pena que va grabada a fuego como sello de identidad de los andaluces y del flamenco, cuyas letras exceptuando las de piezas alegres, también son fieles manifestaciones de dicho concepto, quizás también influenciadas por el mismo lorquismo presente en este género musical.
Lo alegre sería que los gaditanos no tuvieran que cantar coplas de carnaval para defender lo suyo y reivindicar dignidad para su gente , su cultura y su historia o que las letras flamencas que hablan de amores trágicos, situaciones desesperadas y sufrimiento no estuviesen tratando temas reales.
Mi Andalucía no es por tanto la de los espectáculos y la alegría, la gracia y la pandereta, sino la de los rituales, la muerte, la pena….esa que se le cantaba a los niños en forma de nanas para, en su momento más vulnerable (el sueño), dejarlos solos ante lo malo, lo oscuro, lo trágico…para que se fuesen acostumbrando a combatirla y sobre todo a convivir con ella. Esa es la pena negra que a veces combatimos o encubrimos con una buena dosis de humor y espontaneidad y que siempre o casi siempre la acompañamos con música pero que nunca deja de doler. No desaparece.
Esa es mi Andalucía, la de Lorca, la de los gitanos, la de la luna.
Y, ¿saben qué?
Me encanta.
Mónica Martín dice
Estimado Señor,
He llegado hasta este artículo desde la búsqueda incesante de posibles efectos de la pena, el miedo y el sufrimiento del pueblo andaluz. Me he venido a vivir a Andalucía hace ya un año y, como castellana vieja, esperaba encontrar dosis de alegría, de jolgorio y levedad en el vivir. Sin embargo me encuentro con que el carácter de los andaluces es oscuro, que algo atenaza su corazón y que la manifestación más pura de ello es la pena negra, lo que nadie se atreve a decir. Creo que en Castilla convivimos con la muerte de otra manera, aceptándola, viéndola de cerca en cada momento en el que el campo no da la cosecha esperada, en que el frío llega y el hielo o un “nublao” termina con lo que tanto esfuerzo ha costado. Y sin embargo los andaluces me parece que la temen, la rehúyen, visten sus corazones de pena y no se enfrentan a ella. Quizá es el flamenco el que deja vislumbrar el dolor pero tampoco lo evidencia. Me ha gustado muchísimo su artículo porque ha venido a corroborar lo que ya pensaba… pero le ha puesto palabras y un sentido tan bonito como el que Ud. le da. GRACIAS caballero por este artículo.
Francisco Aurelio Dávila Rosso dice
Muchísimas gracias a usted por apreciar el trasfondo de este artículo que no es una crítica sino una reivindicación de la verdadera identidad andaluza …. Y sobre todo gaditana y Sevillana. Una sociedad explotada por siglos , que miraba hacia el mar o el río esperando la faena y el trabajo y que maquillaba su tristeza o su dolor con alergia o folclore . Del flamenco emana la pena , del carnaval la necesidad de revelarse contra el poder establecido, de la Semana Santa y el Rocío la necesidad de hermandad y reunión , de compartir las penas y las ilusiones con alergia y emoción …. Y así todo..
Por eso las fiestas más folclóricas de Andalucia son capaces de emocionar hasta puntos insospechados . Por eso la gran mayoría de poetas genios de España salieron de Andalucia , no fue por la alegria sino por la forma de transmitir la emoción , la pena , crítica , la burla y las ganas de vivir y de ser felices.