La madera de nuestras casas no es actualmente un material abundante. Hemos sustituido las antiguas vigas de madera por vigas de hormigón armado, y los muebles, revestidos de materiales sintéticos, tienen una base que lo más que se parece a la madera es el serrín (los aglomerados). En estas condiciones es raro que tengamos como inquilino algún ejemplar de carcoma, una plaga que ha estado acompañando al ser humano desde la antigüedad, invadiendo todo lo que estuviera construido con madera, que antiguamente era casi todo. Su presencia se delata primero por el típico sonido que produce la larva al roer la madera, y luego por el polvillo (de roedura) que va saliendo del agujero de emergencia o salida del adulto.
Con el nombre de “carcoma” se alude a una gran cantidad de insectos, la mayoría de ellos escarabajos, que tienen como característica común la alimentación de sus respectivas larvas, a costa de la madera seca, es decir, son xilófagos. En realidad, estos animales viven perfectamente en el medio natural desarrollándose a partir de madera de árboles o ramas muertas, nunca vivas. Hay otro tipo de carcomas, llamadas barrenillos, que pueden atacar a los árboles vivos, pero principalmente bajo su corteza, caso que no es el que nos ocupa porque en nuestras viviendas la madera siempre será madera seca y por tanto muerta. El grupo de escarabajos que más cantidad de especies tiene especializadas en nutrir su larva con la madera seca es el de los Cerambícidos, uno de los grupos más llamativos de coleópteros, claramente distinguibles de los demás por sus largas antenas, que puede sobrepasar ampliamente el extremo final de su abdomen. De estas especies, se puede decir que la más asidua de nuestras viviendas es la carcoma doméstica (Hylotrupes bajulus), que constituye una de las plagas más importantes de la madera que forma parte de las estructuras de la vivienda, especializada en madera completamente seca, de las que se nutre principalmente de la parte exterior, es decir, de la albura.
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