A Elena Reyes
Lléveme usted doña Elena
a ver la luna más llena.
Lléveme usted doña Elena,
que si andando yo pudiera
ya hubiera andado las millas
que me separan de ella.
Que tengo cansada el alma
y llevo coja una pierna,
Que quiero pisar la plata
de su finisima arena.
Ay, corazón lléveme
que allá en lo alto, tan bella,
me mira y dice mi nombre
con andaluzas maneras.
Que allá no hay virus ni miedo ,
que allá no hay fuego ni guerras
solo una tierra grisácea
que te depura las penas.
Han dibujado tus ojos,
allá en la luna lunera
para que busquen los tuyos
y un día de plata se vuelvan.
Si ella es blanca y es grisácea
y tú de piel tan morena
¿ por qué pienso en tu carita
cuando su brillo me quema?
Tú llevas blanco el jersey,
ella blanca toda entera
las dos vistas a lo lejos
envidias de las estrellas.
Lléveme o quédese un rato
pues a su magia recuerdan
tu voz, tu pelo y tus labios
y tú eres lunita en tierra.
Un día la llamo muerte,
la señora que me espera,
inspiración de mis versos,
la causa de mis problemas,
aliento de mi locura,
ruina de mis promesas,
delirio de cama y cuna,
luz que repara mis fuerzas,
amante de muchos otros,
verdugo no de cualquiera,
obsesión de los más grandes,
encarnación de Selena…
Lléveme al dulce castigo,
lléveme usted, doña Elena.
Fotografía cedida por: Elena Reyes
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