Don Adriano Tercero
aún se encuentra abandonado
en su triste varadero.
Fueron a resucitarlo,
un “ puñao “ de marineros
y portuenses nostálgicos,
que quieren verlo de nuevo
con el aspecto de antaño.
El viejo ni se ha quejado,
nada ha dicho en estos años,
ni un crujido y ningún llanto;
sólo, en silencio, esperando.
Hasta que una primavera,
ya cerquita del verano,
se hizo público el deseo;
la intención de mis paisanos.
Ir al triste varadero,
rescatar al Adriano,
y ponerlo ante su pueblo,
lindo, alegre y jubilado.
Que recorran sus entrañas
muchos a los que ha llevado;
los que tocaron las palmas
en su interior añorado.
Aquel al que Paco Alba
piropease en su canto
sobre las tablas del Falla,
duerme en su ataúd soñando.
En la Prioral portuense,
la Virgen de los Milagros
se alegra al ver que lo quieren,
que jamás lo han olvidado.
San Sebastián lo protege,
y el Guadalete llorando
echa de menos su baile
sobre su verde azulado.
¡ Ay, Adriano Tercero,
cuantas veces has transportado
almas puras portuenses
a un Cádiz idealizado!
¡ Cuántos chiquillos nerviosos!
¡ Cuánto arte ilusionado !
¡ Ay, ese rumbo garboso !
¡ Ay, tú gran cuerpo estillado !
Pronto volverás a la vida
ya tu abandono habrá muerto
Oh, tú, Rey de la Bahía:
Mi Vaporcito de El Puerto.
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