Papá regreso a casa con una hermosa cesta de Navidad, valorada en quinientos euros, Según expresó, era el primer regalo que hacía la empresa desde que se fundó a un trabajador.
—¡Rascas! –, exclamé –Se ahorran un millón y regalan solamente una cesta navideña.
Mi tío Jesús llegó en Nochebuena y la seño me comunicó que el día veintiséis iría a recogerme para llevarme a casa de sus padres. Callé como un zorro, no conté nada en casa.
—¡Llaman a la puerta! –gritó mamá desde la cocina.
—Abre tú, tito yo estoy ocupado, (sabía que era la seño porque eran las once). Cuando abrió se encontró con Carmen de sopetón. Sus miradas chocaron.
—Perdón, creo que me equivoqué de puerta –expresó la seño algo turbada por la presencia de mi tío Jesús.
—¿Por quién pregunta? –dijo mi tío asombrado de la belleza de mi señorita.
—Pasa señorita, en un momento estoy listo –dije después de escucharles hablar.
—Te presento a mi tío Jesús, está pasando las vacaciones con nosotros.
—Tengo curiosidad por ver tu biblioteca.
—La señorita cogió un libro y comentó que lo había leído cuando tenía doce años.
—Y ahora tiene seis u ocho más –comentó mi tío resaltando su juventud.
El muy pillastre estaba conquistando a mi señorita sin importarle mi presencia. Le había lanzado el primer tejo. Ella agradeció el cumplido con una sonrisa. Congeniaron y me alegré. Mi plan funcionaba.
Carmen, cuando fue a coger de la estantería el diccionario del bisabuelo le entraron escalofríos e inmediatamente lo soltó.
—No sé lo que me pasó, pero de pronto sentí miedo al coger ese libro tan antiguo.
Media hora después, estábamos en la puerta de los padres de Carmen. La seño tocó el claxon y los padres salieron a recibirnos. Saqué mi libreta de la riñonera y mostré un dibujo.
—Mira Gregorio, es el mueble de la habitación de Carmen- comentó la madre.
—Es verdad, está muy bien dibujado, seguro que te ayudó nuestra hija.
—¡Peto!, ¿cómo es posible que dibujaras el mueble sin verlo. Eres un brujo.
—Usted le rompió una pata cuando lo cambió de habitación y le clavó una púa, pero se sigue moviendo. Tiene que arreglar el primer cajón, no ajusta bien, y pegar una lasca de atrás.
—¿Cómo sabes todo eso? –preguntaron sus padres y mi tío Jesús.
—“Secreto profesional”, es el segundo secreto mejor guardado del mundo.
—¿Y cuál es el primero? –preguntaron intrigados.
—El de la fórmula del coca cola. Parece mentira que no lo sepáis.
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