Cuando abrí el correo electrónico encontré un mensaje dirigido a la agencia de detectives. El mensaje era el siguiente:
“Me llamo Guillermo, tengo ocho años y estoy muy preocupado por el negocio de papá. Vivimos de la venta de embutidos y jamones que papá tiene colgados en las vigas de madera del techo de su vieja tienda. Todas las semanas, y casi siempre en martes, incomprensiblemente, faltan algunas piezas. Si los robos continúan, papá cerrará el negocio”
Esta fue mi respuesta después de hablar con mi bisabuelo.
‑Tu caso me emocionó, Guillermo. Dile a tu padre que el ladrón es la mujer que entra en la tienda con un gran cesto, de mimbre en la cabeza. Dentro del cesto lleva a su hijo pequeño. Siempre acude cuando hay muchos clientes y tu padre está distraído despachando, entonces aprovecha el niño para alargar su brazo y descolgar los embutidos del techo.. Asunto concluido. Si la detienen, deja un comentario en la red en el apartado de “casos resueltos”, quiero hacer publicidad de la empresa.
El padre de Guillermo capturó a la ladrona con ayuda de la policía local. En el momento del hecho, llevaba en el cesto media docena de chorizos y una caña de lomo. El caso se divulgó entre todos los charcuteros, no sólo de la ciudad sino de la nación. Cuando la noticia se publicó en la prensa, lo que asombró a los lectores, fue la originalidad del robo.
Mi tío regresó con una excedencia de un año. Quería dedicarse de lleno a la agencia camuflada de detectives que teníamos montada en la mesa de su dormitorio. Con dos portátiles nos comunicábamos sin levantar sospechas en casa. Día a día leíamos la prensa en busca de nuevos casos. Al cabo de una semana resolvimos cuatro: el robo de un cuadro en el palacete de un marqués, el de una sucursal bancaria, el de varios coches de lujo y la desaparición de un niño extranjero.
El cuadro lo robó el chofer del marqués, el robo en el banco, un ladrón de poca monta. Una banda organizada de extranjeros de los países del este fueron los autores de los robos de coches. Cuando la policía llegó al garaje donde ocultaban los vehículos, encontraron más de una docena, estaban listos para enviarse a otros países. La desaparición del niño, fue un caso claro de secuestro exprés. Como en todos los casos había recompensa, ingresamos nuestros primeros euros en cuenta.
En todos los casos, la policía tuvo el papel protagonista. Nosotros facilitábamos las pistas y ellos detenían. Los casos resueltos en la página de internet aumentaban para beneplácito de los internautas. Ayudamos a detener a un violador que tenía aterrorizada a gran parte de la ciudad. Rechazamos varios casos de espionaje electrónico; el bisabuelo y sus “colaboradores” no entendían nada de informática avanzada, esa asignatura era novedosa para ellos.
Agosto se despidió con un fuerte aguacero acompañado de algunos granizos. La inesperada tormenta duró poco, pero el agua sirvió para refrescar la tierra, limpiar las hojas de los árboles y purificar la atmósfera. Dentro de unos días comenzará un nuevo curso. Cuando vea a Rafa le preguntaré por su padre.
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