—¿Qué hay debajo? Yo no veo nada.
—Otras dos plantas, en una está la sala de billar, la lavandería, el cuarto de la plancha, el garaje y varios salones con un despacho. En la otra, está la bodega, excavada en roca aprovechando una antigua cueva y la sala de calderas, gracias a ella, tenemos calefacción en toda la casa.. Después las visitaremos.
—Os enseñaré vuestras habitaciones, están en la segunda planta, pero tenemos ascensor. Nosotros dormimos en la primera –dijo la anfitriona de la casa.
Cuando llegamos a nuestros cuartos, el equipaje ya estaba dentro.
—¡Cómo supieron las empleadas de quién era cada maleta? La de mi hermana y la mía son iguales y ésta es la mía.
—Un buen detective debería saberlo, ¡se lo dije yo! –exclamó mamá en tono jocoso.
—Ya me parecía a mí que no era un golpe de suerte. Si lo hubiera meditado un poco, me habría dado cuenta que alguien chivateó.
—¿Cuántas casa tenéis?
—Por lo menos seis, algunas ni las conozco.
—¿Dónde compráis la comida?
—Aquí tenemos de todo, pero con una simple llamada de teléfono nos traen lo que queramos en menos de una hora.
—Pues yo necesito comprar una cosa para mi tía Roa, selo prometí y siempre cumplo lo que prometo – dije sacando más de doscientos euros del bolsillo para impresionar.
—¿Qué te encargó?
—Un queso Idiazábal, ¿los conoces?
—Claro, en casa siempre tenemos. Le diré a papá que te prepare uno..
—Bajemos en el montacargas, cabemos todos –comentó Ignacio.
—Pero papá, si sólo hay quince escalones. Peto y yo usaremos las escaleras.
Un salón con dos mesas de villar y un bar, componían la primera sala. Detrás de la barra un enorme espejo mandaba a nuestras retinas el reflejo de la parte trasera de dos docenas de botellas de las repisas. Seis altos taburetes descansaban pegados a la barra. Varios sofás con sendas mesas bajitas y un televisor de plasma adosado a la pared, completaba el bar. Era una auténtica taberna para docena y media de clientes. Atravesamos una puerta y apareció la sala de reuniones con una capacidad para treinta personas, con una mesa ovalada. Junto a la sala, estaba el despacho de Ignacio. No entramos.
—¡Aquí huele a queso! –exclamé
—No te equivocas chaval, detrás de aquella puerta tengo una pequeña despensa donde abundan los quesos y jamones en compartimentos separados..Estas navidades los probaremos.
—Papá, Peto tiene que llevarle a su tía un queso Idiazábal.
—¿De qué tamaño?
—No me lo dijo.
—Te lo llevarás grande, porque burro grande, ande o no ande.
—Qué quiere decir lo del burro.
—Es un refrán.
—¡Ah!, por eso no lo entendí.
—¿Pasaréis todas las vacaciones aquí? –preguntó papá a Ignacio durante la sobremesa.
—Por culpa de mis negocios, siempre estoy deambulando de un lugar a otro. Las navidades las pasamos en familia. Sólo un día salimos a comprar los regalos a la ciudad, y otro,, concierto una reunión con mis socios, contables y abogados. Los demás días los pasamos en la casa o haciendo pequeñas excursiones cuando el tiempo lo permite. Los alrededores de la vivienda son montes vecinales y pertenecen al municipio.
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