“Robo ingenioso”
El ladrón era uno de los dueños de la empresa de transporte. Llevaba planeando meticulosamente el robo cerca de un año. Quería jubilarse con un buen pellizco en la cartilla de ahorros. En un garaje de su propiedad, guardaba un camión idéntico al que robaron. No le faltaba detalle, coincidía la matrícula y la llave de contacto, hasta un rallón en la carrocería estaba perfectamente imitado. Días antes del robo dio el cambiazo pretextando una puesta a punto. Cuando el conductor salió con la mercancía, le siguió. En el área de servicio sólo tuvo que bajarse del camión, cambiar los papeles de una guantera a otra, salir lo más sigilosamente del aparcamiento con las luces apagadas y regresar a su garaje. La mercancía pensaba venderla en el mercado negro por medio millón de euros. Las pruebas eran irrefutables.
Cuando terminé de escribir, cambié el titular del informe, “el robo de quita y pon”. Quita un camión lleno y pon uno vacío.
—¿Cómo va el caso? –preguntó papá durante la comida del domingo.
—¡Ya está resuelto! Lo puedes decir en la compañía, pero deben decidirse ¡ya! Si se vende la mercancía desaparece la prueba principal y aunque encuentren al ladrón, tendríais que pagar. El tiempo apremia en vuestra contra.
Papá lo sabía, por eso cogió el móvil y llamó a uno de los directivos.
—El lunes habrá consejo extraordinario a primeras horas, allí se decidirá si aceptamos el pago.
—¡Pues hasta el lunes! –exclamé ufano sabiéndome dueño de la situación.
Antes de la llegada de mi tío con su esposa, hablé con Pablo.
—caso resuelto, fueron mis palabras de bienvenida a continuación le puse al corriente de la documentación y de la demora de entrega. Cuando escuchó los motivos, lo comprendió en el acto.
—¿A que fue el conductor?
—¡No! –respondí con fuerza. El caso es bastante ingenioso y complejo., lo comprobarás cuando leas el dossier.
—¡Esto está muy bien! –exclamó tío Jesús después de leer el informe—. Ahora escribiré la primera página y haré tres copias del informe completo.
—¿Para quién es la tercera?
—Servirá de acuse de recibo para la empresa de seguros. Cuando la firmen, me quedaré con ella hasta que paguen.
—Hacemos buena pareja, a mí no se me hubiera ocurrido.
Una semana después el robo estaba aclarado. El ladrón detenido, la mercancía recuperada y lo más importante, habíamos cobrado la recompensa. Como prometí, el dinero fue para mamá, fue una cabezonería mía para hacer rabiar a papá. Menos mal que los apellidos de mi tío Jesús no coincidían con los de mi padre, si no, se hubieran dado cuenta del emparentamiento y podrían haberse negado a pagar. Pablo con dos agentes, fueron los encargados de detener al ladrón. Lo encontraron en el garaje junto al camión con la mercancía robada, lo cogieron “in fraganti”. Anoto en mi cuaderno: caso zanjado.
—¿Julio o agosto? ¡Elige! –me preguntó mamá durante la comida.
Como no tenía ni idea por dónde iban los tiros, elegí julio.
—Ya lo sabes, quiero que pidas las vacaciones en julio –ordenó mamá a papá. –Quince días en la costa y quince en la montaña. Sacó un billete de quinientos y se lo pasó varias veces por el rostro.
—Ya tenía yo ganas de tener uno de estos. Cuando vayamos al súper, pagaré con él. Siempre tuve esa ilusión. Me gusta cuando la cajera recoge el billete en sus manos, te mira a los ojos, palpa el billete con las yemas de sus dedos, lo mira al trasluz y por último comprueba su autenticidad metiéndolo en una maquinita.
Lo que ninguno sabía es que Jésica nos había invitado a pasar el verano con ellos.
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