Dentro del amplio abanico de patologías que los logopedas intervenimos se encuadran las denominadas disglosias o dislalias orgánicas. Hablamos de alteraciones de la articulación del habla debido a determinadas anomalías o malformaciones de los órganos del habla que pueden ser labios, lengua, paladar, etc. O la combinación de varios.
Nos encontramos ante un trastorno en la articulación de distintos fonemas que se puede diagnosticar basándonos en los siguientes criterios: por alteraciones meramente anatómicas de los diferentes órganos periféricos del habla, de origen no neurológico central, provocado por lesiones físicas o malformaciones de los órganos articulatorios periféricos. Los trastornos disglósicos suelen presentarse asociados entre sí (varios órganos periféricos afectados), asociados a rinofonías y/o a trastornos psicológicos consecuentes a la problemática del habla.
Junto al trastorno disglósico puede aparecer también asociado un rechazo al acto de hablar, en ocasiones, al ser los pacientes conscientes de sus dificultades articulatorias y por un miedo a la frustración o a no ser entendidos. Otros trastornos que pueden presentarse asociados a la disglosia son: el retraso escolar, dificultad en la lectoescritura, dificultades en la fluidez normal del habla, hipoacusias (fundamentalmente en los casos de fisura palatina) y otras dificultades debidas a que suelen ser niños sometidos a repetidas intervenciones quirúrgicas e internamientos hospitalarios, con lo cual pueden no recibir en ocasiones una estimulación apropiada a su nivel de desarrollo cognitivo y encuadrárseles como con retraso intelectual límite.
Las causas de las disglosias pueden ser variadas, aunque hay un importante componente genético. Ubicadas en diferentes órganos del habla, únicas o asociadas como ya hemos mencionado. Según el órgano periférico del habla en el que se produce la malformación, vamos a distinguir los siguientes tipos de disglosias: labiales (en labios), mandibulares (en mandíbula), linguales (en lengua), dentales (en dientes) y palatales (en el paladar tanto duro como blando o ambos). El paladar duro se sitúa en la zona anterior del “cielo de la boca” es el más cercano a los incisivos superiores mientras que el paladar blando compromete las estructuras posteriores de la cavidad oral acabando con la prolongación de la úvula o más comúnmente denominada “la campanilla”.
Es así como, aunque no lo apreciemos debido a la calidad de las intervenciones actuales, aparezcan un número más elevado de el que se piensa de casos de recién nacidos con esta problemática siendo las más frecuentes en labio y paladar, seguidas del paladar sólo y el labio en un 20% de los casos. Además también se aprecia una mayor incidencia en fisuras en el lado izquierdo más que en el derecho según los casos estudiados. Su diagnóstico suele ser muy prematuro puesto que en una ecografía rutinaria durante el embarazo, cuando ya se identifican los rasgos faciales del feto ya se puede saber en bastantes casos si existe componente disglósico.
Es la investigación y el avance en las intervenciones quirúrgicas así como la cooperación entre profesionales junto con un temprano y constante tratamiento logopédico el que hace que los pacientes con disglosias superen esta dificultad y no comprometan su calidad de vida.
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