El ágave o pita (Agave americana) es un caméfito suculento y rizomatoso natural de América Central (este de México), de la familia Agavaceae y de 2 m de altura (alcanzando hasta 8 m con su largo escapo florífero). Sus hojas, que forman la parte más visible de su cuerpo, son grandes, lanceoladas, carnosas y glaucas, con revestimiento céreo blanquecino, muy gruesas (suculentas), espinosas en los márgenes y en el ápice, dispuestas en grandes rosetas grandes. Flores de color amarillo pálido, agrupadas en una panícula sobre el extremo de escapos erectos de 5-8 m de altura (incluso más en su región de origen). Fruto en cápsula alargada y trígona. Semillas negras, aplanadas y numerosas.
Forma parte de matorrales degradados en suelos ruderalizados, dunas, y terrenos diversos a condición de que estén muy bien drenados y con buena exposición al sol, como sucede con muchas plantas suculentas. Florece entre julio y agosto, siendo bien visible gracias a la extraordinaria longitud de su escapo florífero, que emite una roseta, que a los 10 años muere y se abate, recuperando la planta su aspecto arrosetado más común. Además de la reproducción sexual (por semillas) se puede reproducir de forma asexual mediante estolones rizomatosos subterráneos que pueden ser liberados a cierta distancia de la planta.
Al ser una planta propia de zonas áridas, sus requerimientos ecológicos son los propios de la vida en zonas subdesérticas, tolerando ligeras heladas que no sean frecuentes, sequías más o menos prolongadas y oscilaciones térmicas, así como vientos fuertes. En cambio no tolera bien la salinidad o el encharcamiento. Como dato curioso, señalaremos además que, como otras plantas crasas, posee un metabolismo tipo CAM (metabolismo ácido de crasuláceas), un metabolismo especial en el que, a diferencia de la mayoría de las plantas (que absorben y fijan en forma de carbohidratos el CO2 durante el día), en estas plantas la absorción del CO2 se realiza por la noche, guardándose provisionalmente en forma de ácido málico, que luego se utiliza durante el día siguiente para la formación de carbohidratos. Ésta es otra de sus adaptaciones a la vida en lugares semidesérticos.
En su lugar de origen esta planta se ha utilizado para producir el licor llamado “mezcal”, una variedad del cual es el famoso tequila de México. Como sucede con otras plantas crasas de lugares desérticos o subdesérticos de América Central, esta planta fue importada por los primeros españoles que llegaron a América como una curiosidad botánica exótica, inicialmente con fines ornamentales. Aún hoy día se utiliza con este fin, apareciendo en zonas urbanas y residenciales, especialmente la variedad que tiene el borde de las hojas de color blanco-amarillento. En zonas rurales ha tenido más uso como seto vivo, para crear cercas naturales en lindes o para el ganado, por sus hojas espinosas y su facilidad de mantenimiento, que no exige ninguna labor. Antiguamente se encontró que las fibras de sus hojas pueden usarse como textil (para hacer cuerdas, redes y otros objetos), también para reforzar techumbres temporales. En algunos lugares se ha utilizado como alimento para cabras, etc. Como dato curioso, en Almería los escapos floríferos se han utilizado para hacer escaleras. Como medicinal se ha usado para el tratamiento de úlceras, disentería, ictericia, inflamaciones de ojos, sífilis, dolor de corazón, etc.
Su carácter invasor proviene de su capacidad de colonizar todo tipo de ambientes y su persistencia en los mismos, impidiendo el desarrollo del matorral autóctono, por lo que el impacto es más bien ecológico. Más polémico es su posible impacto social, pues pese al daño que supone su inclusión en los paisajes autóctonos, sus defensores siguen considerando que contribuyen a dar un paisaje exótico a lugares que no destacarían de otro modo. Este hecho se debe más a su socialización, ya su persistente presencia a lo largo de generaciones ha conducido a asociar esta especie con el paisaje “típico” mediterráneo, especialmente en las zonas costeras semiáridas o secas de la mitad oriental de Andalucía.
Debido a su resistencia a la climatología continental, esta planta ha podido colonizar todo el territorio andaluz, encontrándose en todas las provincias, a veces introduciéndose en zonas montañosas y en espacios naturales protegidos, siempre que se cumplan sus requisitos ecológicos en cuanto a drenaje del suelo y exposición solar.
Para su control se aconseja el arranque manual o mecánico, pero para que el método sea efectivo deben eliminarse todos los rizomas, lo que no siempre es sencillo y requiere del seguimiento de la actuación durante varios años para comprobar la existencia de posibles rebrotes.
Aunque por su amplísima representación la eliminación absoluta de esta especie a escala regional resulta ya imposible, no ocurre así en los espacios protegidos más afectados, donde debería procederse a la eliminación paulatina de ejemplares en zonas seleccionadas como de mayor valor, seguido de plantaciones con especies autóctonas con genotipos procedentes del mismo paraje. Por estos motivos su grado de dificultad se considera bajo a escala de parcela o localidad; de grado bajo-medio en áreas concretas de espacios de valor ecológico, especialmente si están protegidos; y de grado extremo a escala regional.
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