Recuerdo que cuando estaba en el instituto cursando ya mi último año de Bachillerato se acercaba el momento de decidir el siguiente paso que tenía que dar. Algunos compañeros ya lo tenían claro, otros como yo… algo menos. Muchas ideas y ninguna que destacara sobre las demás, y eso es precisamente lo que yo buscaba.
Fue casi a finales de curso cuando gracias a un profesor de la asignatura optativa de “Antropología” me presentó la carrera de logopedia. No tenía muchas referencias al respecto, y lamentablemente no había oído hablar mucho de esta profesión, pero me di cuenta que todo lo que haría en un futuro ya se me presentaba bastante bueno y positivo, así que empecé a investigar y me decidí.
Desde que inicié los estudios universitarios me fue atrapando cada vez más y más, todas las asignaturas eran interesantes y las prácticas aún más, realmente es en la práctica, cuando te descubres como profesional y cuando pones en marcha lo aprendido para darte cuenta de que leer y aprobar exámenes no es lo mismo que estar ante la gente, escucharlos, entenderlos y ayudarlos.
Cuando empecé a trabajar, me di cuenta que es un trabajo que haces con vocación y te atrae fácilmente. Conocer la vida de los pacientes, trabajar con niños de los cuales aprendes de su inocencia, de su vida y de sus situaciones de superación… Trabajar con los adultos y verlos avanzar…Aprendes cada día, quizás se aprende mucho más de lo que se enseña y eso te ayuda a mejorar y a seguir implicándote en cada caso. Ver como muchos familiares se comprometen y se hacen terapeutas ellos mismos a base de tener que cooperar porque es la única opción vital para que haya avance es otro gran impulso en todo esto.
Hoy en día tengo muchos compañeros de profesión que como yo aman su trabajo. Les dedicamos más horas de las que parece, pues a parte de las sesiones en consulta también nos llevamos mucho trabajo a casa para preparar las sesiones, informes, elaboración de material etc. pero eso no quita que nos guste investigar, formarnos, informarnos, colaborar, dar visibilidad y luchar por estos pacientes y sobre todo por nuestra profesión.
En más de una ocasión he visto que en numerosos estudios que se realizan, la logopedia se encuentra entre las profesiones más bonitas y reconfortantes que existen y yo doy fe de ello. La clave está en aprender: aprender de tus pacientes mucho más de lo que tú les puedas enseñar.
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