La disartria es una dificultad del lenguaje que se caracteriza por una alteración en la coordinación de los órganos y músculos que se encargan del control lenguaje, el habla y la voz.
Las causas son varias, pero las más comunes suelen ser las lesiones cerebrales, tumores cerebrales, parálisis e incluso puede producirse disartria en un paciente por la toma de ciertos medicamentos.
Una persona con disartria presenta un lenguaje mucho más difícil de entender, no dispone del mismo control ni ejerce la misma fuerza sobre sus propios órganos, la musculatura tampoco funciona igual debido a su lesión cerebral. Podemos ver personas que tienen una total comprensión del lenguaje oído y escrito pero no son capaces de articular palabra o si lo hacen es a un ritmo, tono y articulación anormal para poder ser entendido por el receptor.
Estas personas suelen estar angustiadas ante tal situación, se ven impotentes ante el hecho de no poder comunicarse y sus familias también lo sufren puesto que tampoco encuentran la forma de tener una conversación en la que el paciente pueda mostrar algo tan básico como sus necesidades: apetito, aseo, dolor, etc.
Son situaciones frustrantes para ambas partes, por eso que el logopeda debe intervenir para intentar mejorar y potenciar las capacidades del paciente.
Se trabaja con el fortalecimiento de la musculatura, masajes, estimulación sensitiva, térmica, praxias, onomatopeyas, etc. Es un trabajo largo, constante y continuo. No podemos esperar grandes logros ni tampoco rápidos avances pues en gran parte de los casos trabajamos para preservar las habilidades que aun se conservan o para conseguir que la musculatura no se atrofie. Cualquier pequeño avance es enorme para ellos y para su familia. El dejar la terapia puede ser muy negativo. La persona con disartria puede tener periodos depresivos en los que piense abandonar y tirar la toalla pero es en estos casos cuando la familia y los terapeutas deben unirse y apoyarle para que se sienta más querido que nunca.
Son personas que no olvidemos, preservan en casi todos los casos toda o la mayor parte del lenguaje comprensivo y necesitan sentirse entendidos, escuchados y por supuesto integrados en una conversación; lo peor que podemos hacer es dejar de hablarles por que no le entendamos, esto les hace pensar que están excluidos de la conversación y de los roles sociales de interacción por lo que debemos buscar la forma de hacerles partícipes en las conversaciones, las historias del día a día, contarles nuestras vivencias e incluso dejarles que nos expliquen las suyas porque lo que necesitan es ponerle voz al pensamiento.
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