Estamos en una era en la que los niños reciben muchísimos regalos, llega la comunión y raro es el niño que no recibe un móvil (como poco), llegan las Navidades, los cumpleaños o incluso sacar buenas notas; todo ello pueden ser motivos más que suficientes para colmar a nuestros niños y niñas de regalos que a veces son tan caros como innecesarios.
Y muchos padres creen y les preocupa que sus hijos sean menos que otros por recibir algún obsequio que sea de menor valor o un número menor de regalos; otros padres preguntan qué juguetes son lo más recomendables para su edad y para que avancen en el habla, este último grupo de progenitores se acerca algo más al ideal de lo que un niño realmente puede llegar a necesitar. Y es que la clave está en el tiempo, el tiempo que le dedicamos a nuestros hijos que debe ser un tiempo de calidad más que cantidad. El mejor regalo que podemos ofrecerles es nuestro tiempo y sobre todo nuestra atención. Por ello, si queremos que nuestros hijos aprendan a comunicarse y a desenvolverse en la sociedad de una forma adecuada esto no lo van a aprender con regalos, lo van a aprender viendo el ejemplo de las personas que tiene a su alrededor: como lo tratan, como gestionan situaciones, como le explican las cosas o le enseñan a manipular cualquier objeto son cosas tan sencillas y tan básicas pero en las que a veces no nos paramos a pensar por eso quiero recordarles a todas esas familias que se sienten ansiosas porque sus hijos avancen con juguetes, que sí, esto es importante porque los niños tienen ilusiones muchas veces relacionadas con objetos materiales y de hecho muchos juguetes son muy educativos y podemos utilizarlos con nuestros hijos para crear momentos de calidad y aprendizaje, pero no es necesario buscar el mejor juguete ni el mayor número de ellos para que aprendan mejor o sean personas más inteligentes. Van a aprender de nosotros, como les enseñamos a montar en bicicleta, como aprendieron a decir sus primeras palabras imitándonos o como saben gestionar sus emociones si nosotros le hemos explicado adecuadamente y por supuesto dándoles nuestro propio ejemplo a cómo responder ante distintas situaciones.
Los niños son como esponjas, absorben lo que hay a su alrededor y lo proyectan de forma que desde muy pequeñitos van forjando su personalidad; si nosotros estamos en ese proceso apoyándolos y dándoles nuestro cariño, serán unas personas maravillosas.
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