El lunes hablaré con mi gestor para que te dé de alta en la Seguridad Social. Me hará falta una fotocopia del D.N.I y la terjeta sanitaria.
El reloj de bar marcaba las once. Comenzaba el trabajo para Vera.
—Pasa y cámbiate –dijo Marina saliendo de la cocina.
Instantes después apareció vestida completamente de negro. La camiseta, algo ajustada, resaltaba muchos los senos. Los tres nos dimos cuenta del detalle. El pantalón parecía suyo y los escarpines estaban sin estrenar.
—Encarga varias camisetas de la XL, y que no se olviden de la publicidad –ordenó Pedro a Marina.
—Esta tarde tendrás tres camisetas. Los de la tienda son muy eficientes. Les tratamos bien cada vez que acuden al bar.
—¿Por dónde empiezo?
—Debes juntar cuatro mesas en el salón pequeño y preparar cubiertos para diez personas: cuatro en cada lateral y una en cada extremo. Los manteles, servilletas y cubiertos, están dentro del trinchero. Los platos y vasos en el mueble de al lado. Las pegas que encuentres te las resolverá Marina.
—Me marcho, volveré a la hora de comer.
“Investiga donde hizo la comunión la nueva empleada de Pedro –sugerí mentalmente al bisabuelo.”
—“Eso está chupao. Antes de una hora tendrás respuesta. Acabo de mandar a mis mejores agentes para la investigación, entre ellos van media docena de velocistas y maratonianos con un palmaré d ensueño.”
“Fue en un pequeño pueblo de la Alta Extremadura. El párroco, llamado Dimas, dio la comunión a su primo Francisco y a Vera. El traje se lo regló su abuela. Desayunaron chocolate con buñuelos caseros y migs con chorizo y jamón. Los hombres, después del desayuno, brindaron con vino de pitarra. Se celebró en casa de su abuelo, que a la vez era el alcalde del pueblo. Si te pregunta por el nombre de su abuelo, se llamaba Ricardo y falleció hace cinco años de un infarto.”
—¿Por qué no? –me pregunté a mi mismo en voz alta.
—“¡Suéltalo de una vez!”
Me daba vergüenza hacer la solicitud. Acababa de conocer a Vera y ya estaba interesado en ella, parecía un mojigato celoso.
—“Quiero que investigues su vida amorosa. No tengo prisas. Puedes mandar a los más remolones.”
“Esta vez mandaré a los últimos de la cola. Tardarán unos cuantos días, tal vez semanas.”
—“Puedes incluir a los de Alzheimer, no averiguarán nada, pero se pasearán. Si ya han llegado los del intercambio pueden acompañarles, como si fuera una excursión cultural.”
—“Seguro que también tienes en plantilla a un grupo de cotillas, de esas que salen en televisión y despellejan a famosos. Puedes mandar unas cuantas de esas.”
—“Entre los más espabilados, colocaré a los que sufrieron alguna enfermedad neurodegenerativa. Les vendrá bien cambiar de aire unos días.”
—¡Ah!, olvidaba a la prensa del corazón. Creo que hay un grupo numeroso de los de eintercambio.”
—“Yo no me fiaría de ellos, exageran demasiado—“
—“Te comprendo, un roce de manos, lo convierten en un manoseo corporal y un bso en la mejilla en uno con tornillo.”
—“¿Qué es un beso con tornillo?”
—“Esos en que los labios se juntan y no hay forma de separarlos.”
—“¿Para evitar equívocos, incluye algunos notarios y alguien del clero, me fio de sus conclusiones—“
—“Puedes estar tranquilo. Lo haré a tu manera.
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