Mis ojos lanzaban destellos luminosos hacia la chica, y mi corazón latía más fuerte que de costumbre.
—Hablaré de tu contrato –comentó Pedro. Tendrás siete horas de trabajo: cuatro por la mañana y tres por la tarde. Tu misión será servir exclusivamente a las mesas. Te ofrecemos el salario mínimo, novecientos cincuenta euros más propinas. También recibirás un plus de cien euros por desplazamiento. El contrato será por los dos meses de verano.
—¿A cuánto ascienden más o menos las propinas?
—En esta época del año, entre trescientos y cuatrocientos al mes.
—¿Dónde hay que firmar? ¿A qué hora empieza mi turno?
—De once a tres y de ocho a once.
—Si quieren, puedo quedarme más tarde por la mañana y como aquí con ustedes.
—Saldrás a la hora convenida y mi mujer te preparará en un tape la comida para que la disfrutes en tu casa. Si tuvieras que trabajar alguna hora extra por la mañana, la descontarías en el trabajo del día siguiente.
Vera no cabía de satisfacción, compartiría la comida con sus padres.
Inesperadamente se levantó y besó a Pedro y a Marina—
—¡Gracias! ¡Muchas gracias! Son ustedes muy buenos.
— Ya que vas a ser nuestra empleada, quiero que me llames Pedro y a mi mujer Marina.
—De acuerdo Pedro.
—¿Por qué no besas a nuestro cliente favorito? – insinuó Marina a la chica señalándome con el dedo—
Me miró fijamente y se ruborizó, lo mismo me pasó a mí cuando crucé mi mirada con la de la rubia explosiva. En mis años de universidad no había encontrado una chica tan atractiva como ella.
—¿Por qué tengo que besarle? No le conozco de nada.
—Gracias a él trabajarás aquí.
En ese momento tenía en mi portátil la foto de Vera ampliada.
—No te favorece, me gustas más al natural –comenté escuetamente girando mi portátil para que pudiera ver la pantalla.
Al verse preguntó:
—¿Qué hace mi foto en tu ordenador?
En vez de contestar a la pregunta, comencé con su currículum.
—Te llama Vera. Eres madrileña de padres extremeños. Tu padre fue despedido del banco donde trabajaba a mediados de la crisis, percibiendo una pequeña indemnización. La reducción del cuarenta por ciento de la plantilla de la entidad bancaria le afectó de lleno. Hace seis meses que terminó el paro. Si quieres, sigo con tu historial.
La tensión creada entre los dos la difuminó Pedro de un plumazo.
—Si no me equivoco, esta mañana mandaste un correo pidiendo trabajo a una agencia de detective, ¿verdad?
—¡Verdad!
—Pues tiene enfrente de ti al detective que puso el anuncio y nos trasladó la petición de trabajo.
No esperaba su reacción, me besó en ambas mejillas dejándome arrebolado. El contacto de sus labios en mi piel me electrificó. Si hubiera estado mi hermana delante se habría reído de mí. No era para menos, un beso de una chica como esa, era un premio para cualquiera.
Vera se sentó junto a mí. Marina salió de la cocina y también se sentó. Pedro se acercó, pero regresó a la barra para atender a un cliente.
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