Desde que llega un bebé a la vida de un núcleo familiar, el día a día de este núcleo empieza a girar en torno a esa nueva incorporación. Desde el embarazo ya empieza a ocupar un lugar muy importante y todas las decisiones que se toman son en base a este nuevo bebé. Citas médicas, horarios, cambio de rutinas y gestión de los momentos de ocio de la pareja serían ahora el nuevo día a día de ésta. Más tarde, clases, reuniones sociales como cumpleaños o momentos de juegos con otros padres y niños, clases extraescolares, citas con profesores y un largo etcétera ocupan gran parte del tiempo de los padres. A nivel físico y psicológico es una gran “carga” que perdura durante grandes periodos de tiempo. Hay personas que sienten que el papel de padre o madre copa prácticamente su existencia y asumen este rol como el más importante y relevante de su vida. Incluso, hay parejas que actúan como padres más que como pareja y la mayor parte de sus conversaciones e interacciones mutuas giran en torno a sus hijos.
Cuando llega el momento de que esos hijos empiezan a ser más independientes y buscan relaciones fuera del núcleo familiar, puede que haya padres y madres que sufran el síndrome del nido vacío.
El síndrome del nido vacío es un término que acuñó Rose Oliver en 1977 y hacía referencia al sentimiento de soledad y abandono que experimentaba la mujer que se dedicaba con exclusividad a la crianza de los hijos y a ser ama de casa. Este síndrome, no obstante, puede darse tanto en padres como en madres, incluso en personas con una carrera profesional aparte del cuidado del hogar. Se manifiesta de manera que la persona se siente con mucha tristeza, melancolía, que ya su vida no tiene tanto sentido.
Imagínate una casa con uno o varios niños en los que el ruido, la actividad y el día a día de estos niños y adolescentes ocupan el noventa por ciento del tiempo de esos padres. Ocurre en ocasiones que cuando esos jóvenes abandonan el núcleo familiar, ya bien porque se van fuera por estudios o por trabajo o también porque quieran iniciar su propio núcleo familiar, se da una sensación de vacío, de tristeza y aburrimiento.
En muchas ocasiones, si no se sabe gestionar esta situación, hay casos en los que la persona que lo sufre puede sentir que tiene una depresión, incluso llegan a darse cuenta de que, mostrando este estado tristeza, captan más la atención de esos hijos que empiezan a estar más pendientes de ellos y los llaman más o los visitan más a menudo, con lo que se retroalimentan esos sentimientos de tristeza, se produce un refuerzo positivo continuo.
Realmente, los padres cuyos hijos pueden vivir vidas independientes y autosuficientes, pueden felicitarse a sí mismos. Como les digo, han conseguido una nota sobresaliente en la asignatura de la maternidad o la paternidad. Ese es el fin último de la educación a los hijos, que puedan vivir vidas plenas como adultos autosuficientes y responsables. El rol o papel de padre o madre no acaba nunca, acompaña a esa persona durante toda su vida, lo único que cambia es la cantidad de atención y dedicación a esa tarea. Cuando llega ese momento, es un regalo para poder dedicarse plenamente a uno mismo. Disponer de más tiempo libre para realizar aquellas tareas que por falta de tiempo no pudieron hacerse en el pasado. Incluso no hacer nada, descansar y estar tranquilos también puede ser una opción válida.
En el mundo actual que nos ha tocado vivir, multiconectado y con infinidad de opciones, seguro que se pueden encontrar actividades en las que ocupar el tiempo, paseos, clases de gimnasia, lectura, películas, teatro, escapada con amigos, clases de música o idiomas…
A veces, asumimos un rol en nuestras vidas con el que nos identificamos casi únicamente. Pero como humanos globales, somos mucho más que un abogado, o un marido o una madre…somos mucho más, poseemos muchas facetas. Esposos, amigos, hijos, hermanos, profesionales o amos de casa. Poseemos muchas dimensiones y cada una de ellas es igual de importante y valiosa.
Identificar la causa de tu malestar es el primer paso para tu recuperación. La vida son etapas y no todas las disfrutamos igual. Hay personas que siempre hablan de su adolescencia porque la disfrutaron enormemente o personas que hablan mayormente de sus hijos porque es donde se han sentido realizados o han ocupado casi todo su tiempo y pensamiento. Aprender que hay que vivir cada etapa y dejar paso a la siguiente es la mejor manera de vivir una vida plena y con un óptimo equilibrio emocional. No podemos ser niños para siempre, ni adolescentes para siempre, así que debemos abordar cada etapa vital con naturalidad y serenidad.
“Hijo, hermano, padre, amante, amigo. Hay espacio en el corazón para todos los afectos, ya que hay espacio en el cielo para todas las estrellas”.
Víctor Hugo (poeta, dramaturgo y novelista francés, 1882-1885)
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